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Actualizado: 22 de junio de 2025


Al otro día el hijo de ésta, que era un joven clérigo que servía la parroquia de San Jerónimo, a pocas leguas del Cuzco, llegó a la ciudad y se impuso del ultraje inferido a su anciana madre.

Los dos carros con jaulas en donde iban las fieras los colocaron dejando entre ellos un espacio que servía de puerta al circo, y encima y a los lados pusieron los saltimbanquis tres carteles pintarrajeados.

En la costa cantábrica, el Malecón y Marineda se distinguieron por la abundancia de comités, juntas, clubs, proclamas, periódicos y manifestaciones. Y es de notar que desde el primer instante la forma republicana invocada fue la federal. Nada, la unitaria no servía: tan sólo la federal brindaba al pueblo la beatitud perfecta. ¿Y por qué así? ¡Vaya a saber!

Y le parecía que el pecado de querer a un Mesía era ya poco menos que nada, sobre todo si servía para huir de los amores de un Magistral... «¿Pero qué se habría figurado aquel señor cura?». No se acordaba la Regenta ahora de aquello del «hermano mayor del alma», ni de la leña que ella, sin mala intención, sin asomo de coquetería, había arrojado al fuego de que ahora se avergonzaba.

Pasó una mano por la frente; se tomó el pulso, y después se puso los dedos de ambas manos delante de los ojos. Era aquella su manera de experimentar si se le iba o no la vista. Quedó tranquila. No era nada. Lo mejor sería no pensar en ello. «¡Confesión general!». , esto había dado a entender aquel señor sacerdote. Aquel libro no servía para tanto. Mejor era acostarse.

Apenas el Omnipotente manifestó su cólera contra Eva y su marido arrojándolos del Paraíso, los habitantes del cielo rompieron sus amistades con ella y con Adán, retirándoles el saludo y evitando todo encuentro. A veces, cuando Eva se contemplaba en el cristal de un pequeño lago que le servía de espejo, oía á sus espaldas un ruido de alas.

Diría también que yo le cuidaba como una hermana y le servía como una esclava. Su voluntad me parecía una cosa de que no se podía dudar; sus palabras como el Evangelio. ¿Y él?... Me trataba con consideración; pero.... ¿No tenía a usted más cariño que el de hermano? Ninguno más; pero aquel cariño me consolaba en mi tristeza.

»Mi querido Domingo: Es verdaderamente un muerto quien te escribe. Mi vida no servía para nadie demasiado me lo han repetido, y no podía menos de humillar a todos los que me aman. Es tiempo de acabar por mismo. Esta idea, que no data de ayer, volvió a mi mente el otro día al separarme de ti.

Mostraba entre las puntillas de la camisa sus pobres pechos de tísica, que apenas si se destacaban con ligera hinchazón sobre el mísero costillaje. Era una criada que había dado a luz una niña; una pobre bestia de trabajo convertida en madre por el capricho momentáneo del señorito. La chaquetilla de señora que le servía de abrigo en el hospital era tal vez la única recompensa de su caída.

Anoche rugía de dolor, alterando con sus gritos el silencio del dormitorio, quitando el sueño á los otros heridos, pugnando por levantarse para ir en busca del adversario y saciar en él su furia. La señorita de Maxeville es la única que sabe calmar á estos hombres. Yo vi, á la tenue luz del dormitorio, cómo empezó á bailar, con un plato en la mano. Este plato le servía de pandereta.

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