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Actualizado: 1 de junio de 2025
La ambición les guía, el amor propio les alienta, el egoísmo les sostiene, la impudencia les basta, y entre los riscos del camino se van dejando, sin sentirlo, la hombría de bien, la amistad y el cariño.
Estaban menos poseídas de su personalidad y sabían anularse a tiempo... Aquello era la esclavitud, abuela. No, querida dijo la abuela con voz persuasiva; aquello era el amor. ¡El amor! respondí. ¿Qué es eso?... En las novelas veo lo que es; pero en la vida real... Es inútil decírtelo si tú no has de sentirlo; y si lo sientes, es aún más inútil definírtelo.
El desdoble del linaje humano en porción de superhombres y en porción de menos que hombres o de hombres decaídos, que es una de las fases de la profecía disyuntiva del señor Gener, no da indicios de que llegue a realizarse. Y lo que es yo me alegro en lugar de sentirlo.
Su nombre salía con dificultad de los labios del señor, pero su recuerdo se estaba moviendo desde mucho antes en su memoria. El muchacho agitaba la cabeza negativamente. El Ferrer tampoco adelantaba gran cosa sobre sus rivales, y el Capellanet no parecía sentirlo mucho. Se había enfriado algo su admiración por el verro.
Este es en mi humilde opinión el origen del cuadro. Luego, en la manera de sentirlo y componerlo, Velázquez se burló de la mitología como Quevedo se burlaba de los poemas heroicos, escribiendo las Locuras y necedades de Orlando, y Cervantes de todos los libros de caballerías con el inmortal Don Quijote.
Verdad, verdad dijo el banquero poniéndose afectadamente grave y triste . Somos un par de trampas que el día menos pensado nos escurrimos para el otro barrio, sin sentirlo. Había visto una entrada oportuna para la conversación que apetecía: se apresuraba a aprovecharla. No; tú estás fuerte y robusto. Aún puedes dar mucha guerra en el mundo.... Pero yo, querido, ya tengo un pie en el estribo.
Miró a la Universidad con huraña desconfianza, y al talento aventurero de los hombres nuevos pobres, como un peligro de su existencia; creyó y formó sus familias en un hogar lujoso con todas las pretensiones inconscientes a la gran vida, a la elegancia, y al tono; pero sin quererlo, sin poderlo evitar, sin sentirlo, conservó su fisonomía histórica, que era honorable y virtuosa, pero rutinaria y opaca.
Tenía que atraer a la Princesa, y al propio tiempo serle indiferente o poco menos; tenía que mostrarle afecto y no sentirlo. Consistía mi papel en hacer el amor por cuenta de otro, y a una joven que, princesa o no, era desde luego la más hermosa que había visto en mi vida. Me recibió con encantadora confusión, que hizo aún más difíciles los primeros momentos de nuestra entrevista.
Siempre sensible y feliz en su serenidad inocente, se dejaba llevar por la corriente de una vida sin agitación ni contratiempos. En su sitio propio, para dar paz al ánimo y descanso á la fantasía, vivía sin sentirlo digámoslo así; y si alguna vez la entristecía algún pensamiento, era el pensamiento de volver á la calle de Válgame Dios.
Le dio ira el sentirlo. «Quería decirse que aquella mujer le interesaba más de veras de lo que él creyera; y había obstáculos, y ¡de qué género! ¡Un cura!
Palabra del Dia
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