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Actualizado: 18 de junio de 2025


El día siguiente lo pasó por entero en el mar con el tío Ventolera. De vuelta a su vivienda encontró fría sobre la mesa la cena que le había traído el Capellanet. Unas cruces y el propio nombre de Febrer grabados en el muro a punta de acero le revelaron la visita del atlot. El seminarista no podía permanecer quieto teniendo un cuchillo al alcance de su mano.

Andrés se interpuso y logró que la moza no arrojase más guijarros sobre el desdichado seminarista, que estaba a punto de pasarlo muy mal si uno de ellos le acertaba; mas los denuestos continuaron a más y mejor, mientras se iba aplacando lentamente la cólera.

A las cinco de la tarde, la cuadrilla cazadora, con el cautivo, estaban de vuelta en el palacio de Somavia. Novillo fué derecho a su fonda, con un fuerte dolor de costado. La duquesa hizo encerrar al seminarista, diciéndole previamente con cierto dejo irónico: Aquí te estarás a buen recaudo, hasta que comience el curso.

Un toque de silbato particular, repetido por el contramaestre, hizo aparecer como por encanto a los cincuenta y dos hombres y a los cinco marmitones que componían la tripulación de El Gavilán, y que se colocaron en dos filas, con la cabeza alta, la mirada fija y las manos colgando. Aquellas buenas gentes no tenían el aire cándido y puro de un joven seminarista, ¡oh no!

Gabriel alababa al leer esto la prudencia y la tolerancia del buen moro Abu-Walid; pero aún admiraba más, con entusiasmo de seminarista, a aquellos prelados fieros, intransigentes y batalladores, que atrepellaban leyes y pueblos para mayor gloria de Dios. El arzobispo don Martín es capitán general contra los moros de Andalucía, conquista villas y acompaña a Alfonso VIII en la batalla de Alarcos.

Eres un pobre hombre y no tienes nada del virum fortem.... No corras tanto, ¡caramba! ¡Tras de que deseo acompañarte hasta tu casa!... De poco sirvió al mayorazgo esta reprensión. El seminarista apretó el paso, renegando de su mala estrella; dejó á medio camino al importuno, y no paró hasta la cocina de su padre, donde se presenta con el humor más perro del mundo.

Aun edificando el saber sobre la capacidad pasiva de asimilar conocimientos, la enseñanza religiosa corre graves riesgos de despertar inopinadamente la capacidad activa, suscitando en un seminarista un Combes, y un France en un discípulo de los asuncionistas.

El viaje, aunque largo y difícil, no dejó de ser alegre. El tiempo estaba sereno; el sol todavía no molestaba gran cosa. Celesto iba armado de gaita. Andrés llevaba las provisiones. Cuando pasaban por delante de algún caserío, se detenían a instancia del seminarista; descolgaba éste la gaita de los hombros y comenzaba a soplar con furia.

Va usted a ver una de las mejores mozas del partido, más derecha que un pino, bien armada y bien plantada... Se chupará usted los dedos... Las muecas que el seminarista hizo al proferir tales palabras no son para descritas. Sus ojos acuosos brillaron como diamantes brasileños y la volcánica nariz se estremeció de júbilo.

El final del capítulo traspasa ya los lindes de lo bello, y empieza a rayar en los de lo sublime. Lo más débil de La Puchera es, a mi juicio, la historia de Inés, del seminarista y del indiano.

Palabra del Dia

rigoleto

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