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Actualizado: 1 de junio de 2025
Entra en casa como amigo y nada más, etcétera.» Las sonrisas maliciosas y la expresión de reserva que acompañaban a estas respuestas decían bien claro que a las niñas no les disgustaba la broma. Doña Gertrudis se había dormido. Don Mariano y sus prosélitos seguían recorriendo de un cabo a otro el salón, enfrascados en profundas disquisiciones acerca de la baja probable de la propiedad inmueble.
Mis dos jóvenes seguían sentados en sus sillas, tal cómo yo los había dejado; pero sus miradas aparecían fundidas, por decirlo así, una en la otra, con una expresión de ardor, de demencia, de desesperación, que yo no habría creído humanamente posible: eran dos llamas que se lanzaban una al encuentro de la otra. ¡Lucido estaba yo! ¿no es cierto?
Seguían hablando de cosas indiferentes y Ana esperaba con temor que don Fermín abordase el motivo de su extraordinaria visita. El caso era que el motivo... no podía explicarse. Había sido un arranque de mal humor; una salida de tono que ya casi sentía, y cuya causa de ningún modo podía él explicar a aquella señora.
Robledo, desde lejos, empezó á hacer signos y á dar voces avisando á don Carlos y al comisario, que aún seguían su conversación en el mismo lugar. Los dos se miraron asombrados al oírle decir con voz jadeante: ¡A caballo! Lo del aviso de la vaca fué una astucia de Manos Duras para que usted abandonase su estancia.
Al pronunciar estas palabras el hijo del brigadier creía sentir lo que decía, y estaba realmente conmovido. Gracias, Miguel, eres generoso conmigo; pero tu generosidad no me excusa... Tengo tanta culpa como tú. Las lágrimas seguían cayendo en abundancia de los ojos de la generala.
¿Habéis visto el ciervo, bergantes? preguntó imperiosamente un caballero de la escolta. Si lo habéis espantado y hecho desviar os cuesta las orejas. Pasó entre aquellos dos árboles, señaló Roger, y los perros le seguían de cerca.
A esta seguían remedos, ahora pálidos, ahora vivos, sombras diferentes que iban proyectando la idea por todos lados en su grave desarrollo.
Detrás de ella salió una sombra, con gorro de dormir y en mangas de camisa.... Al ver que la seguían, Paula corrió por la callejuela que bajaba al valle. El del gorro la alcanzó, la cogió por la saya de estameña y la obligó a detenerse; hablaron; él abría los brazos, ponía las manos sobre el corazón, besaba dos dedos en cruz; ella decía no con la cabeza.
Ella se incomodaba mucho y solía venir á casa llorando cuando al salir de la escuela los chicos la seguían apodándola de este modo. En efecto, era difícil imaginarse nada más lindo y más aéreo que Carmen á los doce años. Con la edad, y al hacerse mujer, los contornos celestes y angélicos se habían borrado un tanto, pero nada había perdido por eso su belleza.
Luego él y ella seguían su rápida marcha. En pocos minutos habían atravesado el barranco de Segovia, y subiendo las pendientes callejas que están al otro lado, llegaron á las vistillas de San Francisco, y entraron en la calle de Don Pedro.
Palabra del Dia
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