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¡Qué faltos estamos, amigo D. José María dijo mi amo , de un buen hombre de Estado a la altura de las circunstancias, un hombre que no nos entrometa en guerras inútiles y mantenga incólume la dignidad de la Corona! Pues cuando yo estuve en Madrid el año último prosiguió el embustero , me hicieron proposiciones para desempeñar la Secretaría de Estado.

En ella, el marqués de Villamelón, de acuerdo con su esposa, pedía para esta, por medio del ministro de Ultramar, el puesto de camarera mayor de la reina, con las dos condiciones indicadas antes por Martínez: la Secretaría particular de don Amadeo para Juanito Velarde y los seis mil duros de sueldo para la dama misma.

Compusiéronla, el Capitán de navío D. Cesáreo Fernández Duro, Presidente, el Teniente de navío de 1.ª clase y oficial de Secretaría del Ministerio D. Francisco Cardona, el restaurador del Museo naval D. Rafael Monleón y el Contador de navío D. Francisco Gómez Súnico, Secretario, y designóse al ingeniero jefe de 2.ª clase D. Leopoldo Puente para dirigir la construcción.

Excelentísima señora condesa de Nacharnudo. Excelentísima señora duquesa de Bara... Recóndito asombro de esta al verse incluida en el grupo en que por exigencias de Butrón habían de figurar tan sólo mujeres honradas... La marquesa hace una pausa, examina un momento al auditorio y prosigue leyendo: Secretaria: excelentísima señora doña Paulina Gómez de Rebollar de González de Hermosilla...

Volvió a pedir una licencia en la secretaría del Juzgado, una licencia más larga que la anterior, para poder abandonarse completamente a la melancolía de su preocupación. En los domingos, por la mañana, estaba seguro de encontrarla. Ella iba a la iglesia del Socorro, siempre a la misma misa de las once, vestida con sencillez.

Si no fuera porque no había tales contratas, porque el mundo del arte le había olvidado, acaso hubiera preferido dejar aquella vida regalada, sus emolumentos de director de la Academia de Bellas Artes, los gastos de secretaría, como le decía Mochi, antes de marchar... todo.

Era la excelentísima señora doña Paulina Gómez de Rebollar de González de Hermosilla, eminente literata, poetisa afamada, a quien Butrón había echado el ojo para secretaria de la junta de señoras.

En más de una también, dejó cerrados en la secretaría a algunos concejales llevándose la llave. Después que los padres del municipio se hartaban de gritar y dar golpes a la puerta, venía un alguacil a abrirles; pero ya se había efectuado la votación. Gracias a estas y otras tretas, a las arbitrariedades sin cuento que cometía, vengábase el bilioso ex marino de sus enemigos, que era un primor.

Hace un rato volvía yo de la secretaría de Consolidación y Contaduría general, en la plazuela de San Agustín, y me las encontré con D. Paco.

¡Ah! ¡si traéis orden del rey!... ¡Qué pesado! ¿Te pagan para que repliques, ó para que hagas lo que se te mande? Vamos, no os incomodéis, tío dijo el oficial ; decid á su excelencia, Lasala, que el bufón de su majestad quiere verle. El enviado entró. Ya veréis cómo Lerma no me hace esperar tanto dijo el bufón paseándose con gran prosopopeya por la secretaría.