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Actualizado: 27 de junio de 2025
Después del fracaso de don César, los carlistas de Nieva quedaron bastante abatidos, María derramó muchas lágrimas y pidió a Dios con fervor que no hiciesen prevalecer la iniquidad y la mentira sobre su santa ley y se compadeciese de los buenos defensores, desterrados y perseguidos a la sazón.
-Dice verdad el señor don Quijote de la Mancha -dijo a esta sazón el cura-; que él va encantado en esta carreta, no por sus culpas y pecados, sino por la mala intención de aquellos a quien la virtud enfada y la valentía enoja.
Apenas le vió su camarada, salió á su encuentro para saludarle, y con él se adelantaron casi todos los que á la sazón se encontraban en el corrillo, en quienes habían despertado la curiosidad y la gana de conocerle los pormenores que ya habían oído referir acerca de su carácter original y extraño.
La vieja, poniendo cara de vinagre y refunfuñando, apartóse hacia un lado, y el joven introdujo su silla entre ella y Carmen. Estaba empeñada á la sazón entre ésta y su novio una plática suave como el gorjeo de las tórtolas.
¡Hola! ¿Vienen ustedes de visitar á la ilustre familia de los Trevia? dijo Paco Ruiz, que era un mozo guapo y arrogante, de ojos negros expresivos, barba recortada y que á la sazón mordía, cerrando los ojos voluptuosamente, un magnífico cigarro habano. Sí, venimos de la Segada. ¿Repartían por allá monedas de cinco duros?
Llegó a la sazón Matildita, y Eduardito, presa de un rapto de amor fraternal, se abrazó a ella y le restregó el rostro con la nariz repetidas veces en testimonio de gratitud eterna. El Colibrí, con aquel éxito, se había crecido y entornaba la cabecita a un lado y a otro con más petulancia, si cabe.
Disputábanse á la sazon el imperio de la España Arabe Abu Zeyan, Aben-Hud, Mohammad Al-hamar el fundador del reino de Granada: reconociéndose débil para luchar sola contra sus enemigos, dirigió los ojos á Aben-Hud, le escribió, le suplicó que no la dejase abandonada en medio de tan gran peligro.
A la sazón entraron algunos vecinos, y se ofrecieron a prestar los servicios propios del caso. Miquis, sin dejar de tomar disposiciones, veía que los remedios serían inútiles.
Está dividido en pequeños y grandes cenadores, no bien aislados unos de otros por el follaje de los arbustos. Todos, o casi todos, estaban ocupados a la sazón. El conde se detuvo un momento, sin saber dónde meternos, cuando saliendo de uno de ellos dos personas decentes, aunque de porte achulado, le abrazaron familiarmente y nos hicieron entrar. Había seis u ocho hombres y tres mujeres.
Quiere matar al desconocido mandinga, de quien está celosísimo; pero en lugar de bajar la escalera, se ve obligado á subir por el mismo cañón de la chimenea para no ser visto de cierto Conde que entra á la sazón en la casa.
Palabra del Dia
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