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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Hubo las porfías que eran de esperarse sobre lo poco con que me satisfacía yo, y lo mucho que ella me ofrecía con generosa obstinación, pensando que «lo dejaba por cortedad». Al fin transigimos tomando yo algo más de lo que necesitaba, y repartiendo el resto hasta lo que ella me ofrecía, entre los siete rapaces que devoraban con los ojos el suculento agasajo humeando sobre la mesa.
Por el contrario, don Juan, con arreglo á su corazón, sin meditar, porque no tenía experiencia, que con las mujeres no hay términos medios posibles, había creído salir del atolladero con una hipótesis que, á realizarse, satisfacía á su corazón y á su conciencia.
En las épocas en que don Juan tenía buen apetito, Mónica se lo satisfacía con escogidos platos, que jamás le proporcionaron indigestión ni hartazgo; cuando desganado, le excitaba el hambre comprándole y condimentándole moderadamente lo que mejor pudiese regalarle el paladar.
La obediencia que de él exigía, le era otorgada de buen grado; la conversión en que había puesto su alma entera, fue completa, y, a pesar de todo, nada de esto le satisfacía su espíritu. Había cumplido con todos los requisitos de su deber religioso al redimir a su hijo, y, no obstante, parecíale que faltaba algo a su brillante acción.
Preguntáronle sus padres si le habían pagado, y repuso: «No estaba don Luis; ya le veré en el Senado.» Lo cierto era que, como en casa del señor de Ágreda quien satisfacía todo gasto era Paz, a Pepe le repugnó la idea de que fuese ella quien le pusiera en la mano el puñado de duros ofrecido por su padre.
Cuando en 1600 se abrieron de nuevo los teatros, cerrados por dos años, acudió el pueblo en tropel á sus funciones, movido por la curiosidad, y sobre todo á la representación de las comedias de Lope, deseadas de tal manera, que, por largo tiempo, casi no se leyó en los carteles otro nombre que el suyo. El poeta, á la verdad, satisfacía los gustos del público con fecundidad inagotable.
El Duque veía siempre con una especie de satisfacción íntima el respeto que me inspiraba. El miedo era la única lisonja que le agradaba. Era el mejor medio de hacerle la corte, y sin quererlo, yo satisfacía su gusto.
No le quedaba ni el consuelo de compadecerse; merecido tenía todo aquello; el mundo era como el confesonario lo mostraba, un montón de basura; las pasiones nobles, grandes, sueños, aprensiones, hipocresía del vicio.... Buena prueba era él mismo, que a pesar de sentirse enamorado por modo angélico, caía una y otra vez en groseras aventuras, y satisfacía como un miserable los apetitos más bajos.
Mientras tanto el príncipe cazaba por la mañana en los montes cercanos, y se pasaba la tarde en el café; pero ya no le satisfacía el aplauso de los que se agrupaban en torno de la mesa de billar, ni visitaba la partida del piso superior.
Por la noche estaba hasta las doce y a veces hasta la una, no faltando ni aun cuando se veía acometido de sus terribles jaquecas. La sorpresa y confusión que a doña Lupe causaba esto no hay para qué decirlas, y no se satisfacía con las explicaciones que su sobrinito daba. «Aquí hay gato encerrado decía la astuta señora , o en términos más claros, gata encerrada».
Palabra del Dia
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