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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Había estudiado media carrera de Derecho, algo de Medicina, otro tanto de Mecánica, y hasta desflorado la Teología y los sistemas filosóficos de Kant, de Krausse... y de Santo Tomás; se sabía de memoria a Maquiavelo, a Fr. Luis de Granada, a Shakespeare, a Fourrier, a Santa Teresa y a Cervantes. En todo picaba y nada le satisfacía, fuera de las grandes obras de imaginación.

Cuentan que uno de los antiguos señores del lugar satisfacía á veces el capricho de hacer saltar á sus prisioneros desde la azotea del torreón. Reservaba á sus más odiados enemigos la muerte lenta en el fondo de las mazmorras, pero los cautivos contra los cuales no tenía ningún motivo de odio, tenían que demostrar, al precipitarse desde la torre, el ánimo y gallardía con que sabían morir.

Esto le consolaba y le satisfacía; y si no había vuelto ya a Coteruco, era porque quería hacerse desear un poco más, para asegurar mejor la curación de sus «locos». Desgraciadamente no participaban sus hijos de aquéllas sus ilusiones, porque tenían otros gustos muy diferentes; pero todo podía arreglarse con algún sacrificio de cada cual.

De esta manera satisfacía mi deseo de actividad y la vanagloria del señor Sautriot. Mi amigo se hubiera desconsolado si yo lo hubiese engañado con un aviador, o con cualquier otro objeto de primera necesidad. Pero sentíase ufano de que lo engañase con el público. TALMA. ¡Exactísimo...! Ha definido usted la seducción que las mujeres de teatro ejercen sobre sus amantes ricos.

Ya te he contado cuánto mi padre me prefería y con cuánta liberalidad satisfacía todos mis caprichos. Derroché el dinero y la salud hasta que él me llamó para darme el último abrazo, y entonces me encontré mejorado en su testamento todo cuanto la ley permitía. El marido de mi hermana era un calavera, y mi padre les mermó la herencia todo lo posible.

Y, al día siguiente, el pobre viejo satisfacía los antojos de aquella insaciable criatura, trayéndole el collar de perlas que se exhibía en una de las joyerías más famosas de la calle de Florida, y ella, mimosa como una gata, se arrellanaba en su victoria, se cubría de pieles y se hacía arrastrar a Palermo para deslumbrar y humillar con su hermosura y su lujo a todas las mujeres de mundo que encontraba en su camino.

El espíritu de Calderón, para indicar el segundo punto crítico y grave á que aludimos antes, se había acostumbrado de tal modo á esas ideas generales, que jamás se cansaba de moverse dentro de ese círculo predilecto que satisfacía á su manera especial de considerar al hombre, ó cuando discurría por algún otro terreno, lo hacía siempre inspirándose en esas ideas exclusivas.

Tal vez llegasen a darle por todo ello hasta treinta duros. La Mariposa seguía con atención el apartado que realizaba su nieto, sonriendo al ver que se satisfacía con lo más humilde del tesoro, abandonando las grandes joyas, los objetos brillantes, que la llenaban de orgullo. Haces bien murmuraba . Con eso que te llevas tienes bastante por el momento.

Es evidente que, siendo ella así, no había carecido de novios, entre los señores de su clase; pero, como era tan descontentadiza y dificultosa de gusto, ningún pretendiente le agradaba ni le satisfacía. Uno le parecía tonto, otro ordinario, otro feo y otro vulgar. En suma, ninguno la enamoró, y, repugnando casarse por casarse, sin estar enamorada, permaneció soltera.

Entusiasmóle por completo este pensamiento, que acallaba sus escrúpulos y satisfacía su vanidad, imaginándose ver ya en todos los periódicos de Europa pomposos elogios tributados a la piadosa munificencia de la excelentísima señora condesa de Albornoz.

Palabra del Dia

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