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Actualizado: 20 de junio de 2025


Llegaba á Las Arenas y temblaba al entrar en casa de Sánchez Morueta, como si éste fuese á presentarse iracundo é imponente, señalándole con gesto mudo la puerta.

La injuria á Sánchez Morueta le mordía el pensamiento: aquel salivazo parecía haber caído sobre su alma. ¡Ay, el intruso!

Además, dejaba á sus espaldas á las tres señoras de Lizamendi, que, para justificar la fuga del doctor, hablaban á todos de la grosería de su carácter y de su perversidad moral, fruto de las doctrinas impías. Después de esta fuga, la esposa de Sánchez Morueta, casi rompió toda relación con el doctor.

La hija de Sánchez Morueta era tan admirada como su padre, cuando iba á Bilbao á oír misa en la iglesia de los jesuítas ó asistía por las tardes á las conferencias de las Hijas de María.

El lenguaje de la música es vago; las ofensas que puede inferir débiles; se expresan generalmente por un trémolo donde hay más resignación que soberbia. Pero en cuanto terminaba con el violín nuestro joven se venía hacia la mesa donde la familia Sánchez tomaba café y les rociaba de saliva a poco que se descuidasen. Esto, en verdad, no lo sufriría ninguna persona, por sensata que fuese.

Era de fisonomía inquieta, ademanes sueltos y voz propensa a alterarse. Parecía de carácter franco y alegre. Moreno, encargado de las observaciones botánicas, geológicas y zoológicas, le hizo bastantes preguntas sobre la naturaleza del suelo y sus productos. El ingenioso Sánchez, a quien competían las biológicas y sociológicas, se informó minuciosamente del carácter y costumbres de los habitantes.

A Rosalía se le encendieron los espíritus cuando vio los billetes. Pero se le llenaron de tinieblas cuando la condenada chica de Sánchez volvió a meter el dinero en lo profundo, y moviendo la cabeza, le dijo: «¡Ay!, no puedo, señora, no puedo...».

¡Se va!... ¿Y por qué?... ¡Qué yo! Cosas de muchachos. Creerá que ya no puede vivir aquí. Tal vez sufra como el mal de amores. En él no resulta extraño: es cosa de la juventud. Sánchez Morueta no preguntó más. Adivinaba en la sonrisa del doctor algo que no quería conocer. Al mismo tiempo le causaba alegría la posibilidad de que el joven sufriera como él.

Cuando hablaba, no había seis diputados en el salón, y de estos seis, cinco estaban dormidos. Todos los oradores versados en administración producen estos efectos de narcótico. Papá mismo, cuando habla de esto, es el puro beleño. Pero ayer era el único que logró estar despabilado durante la oración fúnebre administrativa de Sánchez Botín. ISIDORA. Pues él dice que apabulló a tu padre.

¡Oh! Santa Teresa es un curiosísimo caso de alucinación. El doctor Charcot hubiera sacado gran partido de ella a haber vivido en su tiempo respondió Sánchez reflexivamente. Hubo algunos instantes de silencio. Los dos fisiólogos meditaban.

Palabra del Dia

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