United States or Trinidad and Tobago ? Vote for the TOP Country of the Week !


Al saber que Salvatierra vivía en Jerez, sus dolores parecían haberse aumentado con la desesperación que le causaba el no verle.

Comenzaba a anochecer. Los jornaleros, cansados de la espera, se movían, prorrumpiendo en protestas. ¡A ver! ¿quién mandaba allí? ¿Iban a permanecer toda la noche en Caulina? ¿Dónde estaba Salvatierra? ¡Que se presentase!... Sin él no iban a ninguna parte. La impaciencia y el descontento hicieron surgir un jefe. Se oyó la voz de trueno de Juanón sobre los gritos de la gente.

Adivinábase la presencia de una muchedumbre bajo la mortaja de sombras. Salvatierra, al llegar al centro de la mísera habitación pudo ver mejor.

¡Y reían! ¡Y le aconsejaban la sumisión, burlándose de sus esfuerzos generosos, alabando a sus opresores!... ¿Pero es que la esclavitud había de ser eterna? ¿Las aspiraciones humanas iban a detenerse para siempre en esta momentánea alegría de bruto satisfecho? Salvatierra sintió que se desvanecía su cólera; que la esperanza y la fe volvían a él.

Los hombres de la gañanía que aún no dormían habíanse agrupado en torno de Salvatierra. Nosotros somos mandaos dijo el arreador. ¿Qué hemos de jacer, pobres de nosotros? Eso, a los amos, que son los que nos mandan.

Como el suceso no era para menos, se apresuró el Asistente D. Diego Sarmiento y Sotomayor, conde de Salvatierra, á llevar á cabo los preparativos para recibir á los huéspedes dignamente y así hizo que en el Alcázar se dispusiera lo conveniente para alojarlos y que la ciudad saliera con toda gravedad á recibirlos cuando entraron en ella el día 23 de Octubre.

Su mercé, que sabe tanto, vea de conquistar a la guardia civil, tráigasela a su idea, y cuando se presente al frente de los tricornios, pierda cuidao, que todos le seguiremos. El viejo llenó un vaso de vino y se lo presentó a Salvatierra. Beba su mercé, y no se haga mala sangre queriendo arreglar lo que no tiene arreglo. En el mundo no hay de verdá más que eso.

Y los dos amantes, en una continua borrachera, que apenas se desvanecía era reforzada, como si temiesen perder la ilusión viéndose fríamente sin la engañosa alegría del vino, iban de un lado a otro, cual un vendaval de escándalo, entre los aplausos de la gente joven y la indignación de las familias. Salvatierra escuchaba a su discípulo con gesto irónico. Le interesaba Luis Dupont.

Los jóvenes ya los veía allí: creyéndose felices con una copa y sin más pensamiento que hacer suyas a las compañeras de trabajo. No había más que fijarse en la frialdad con que habían presenciado la llegada de Salvatierra.

Salvatierra, bajo la presión de sus pensamientos, sintió la necesidad de confesarse con alguien, de hablar a aquel ser sencillo de su debilidad y sus vacilaciones ante el misterio de la muerte.