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Adriana volvió la cabeza, como buscando una tabla de salvación. Pero Lucía y Charito hablaban en voz alta, al otro extremo del salón. Echó ella una mirada de odio a Muñoz. La desolación de su semblante revelaba una violenta lucha interior. Iba a levantarse, parecía a punto de llorar.

Fortunata lanzó una exclamación de pasmo y maravilla. ¡Cosa más rara! ¡Y ella había tenido en su mano, días antes, para limpiarle unas gotas de cera, aquel mismo manto que había servido para pagar, digámoslo así, la salvación del chico de Santa Cruz!

¡Qué suplicio! He pagado bien cara mi salvación al precio de esta esclavitud... Apoyó la cara en la mano y se puso á reflexionar dolorosamente. Cuando la doncella fué á anunciar que el almuerzo estaba dispuesto, la encontró en el mismo sitio, con la mirada fija y la boca contraída, repasando en la memoria sus tristes recuerdos.

Hasta a don Lucas, un solterón bondadoso y tranquilo, recordó Peñálvez que lo intimidaba muchas veces, disponiendo y arreglando a su gusto las cuestiones caseras... Comprendiendo Peñálvez que su salvación dependía de la Pepa, esperó conmoverla y propiciársela... Al efecto, tomó la actitud más triste, dejando correr las lágrimas del miedo.

No es la piedad, no es el amor a vuestros semejantes quien os mueve, sino el anhelo de la salvación propia y el miedo del infierno. Alambicando de esa suerte contestó el padre Enrique , no hay amor, por desinteresado que sea, cuya raíz no esté en el amor propio. Las palabras mismas lo declaran. ¿Qué es la compasión?

Del mismo modo han de entenderse las sagradas Escrituras quando dicen, que Dios concede la salvacion á los malos, porque no salva á los que actualmente son malos, sino á los que lo fueron, y despues se han convertido. De este modo facil será entender algunos sofismas pertenecientes á la Religion.

Luego, viéndose apurado, comprendiendo rápidamente que de aquella entrevista dependía su salvación, esto es, la salvación de su amor, no tuvo inconveniente en mentir descaradamente. Tío, es cierto que hago gastos considerables, muy superiores a los que podría hacer con mi renta.... Pero nada tiene que ver en ellos el capital que heredé de mis padres. ¿Entonces?...

A su lado, el monseñor, con sotana de seda y gesto compungido, movía los labios por la salvación de la difunta. «¡Hijo mío! Todos tenemos nuestras penas.» Y la pobre señora, al hablar así, miró á otra enlutada elegante que se mantenía en el cementerio á cierta distancia de ella, y parecía anonadada por una ceremonia que la había obligado á salir del lecho antes de mediodía.

Por mucho que le embargasen al joven estas observaciones de física experimental, no dejaba por eso de mover los ojos con ansia hacia todas partes, y especialmente hacia la puerta del gabinete, como si por allí le hubiese de venir su salvación.

Quien desee convencerse de ello lea unos cuantos libros de aquellos grandes escritores místicos que para hacer codiciable la gloria y posible la salvación, presentaban no sólo la belleza, sino aun la mera forma corporal, como cebo y acicate del pecado.