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Actualizado: 1 de octubre de 2025
Y como si la naturaleza quisiera responder con un signo afirmativo a mis reflexiones, al salir de la estación, de pie sobre un verde campo de trigo, vi una linda zagala de trece a catorce años y a un zagal de la misma edad, enlazados con un brazo por la espalda y saludando con el otro al tren que se alejaba rápido.
Limitémonos a indicar el hecho sin tratar de analizarlo, y veamos lo que hizo Currita aquella tarde en casa de la duquesa de Bara. Esta se había incorporado en su asiento, y Currita llegó hasta ella, saludando a derecha e izquierda, al son del himno de doña María Victoria, siempre con su cándida risita: ¡Gracias! ¡Gracias, amado pueblo!
Era asombroso ver cuántas caras conocidas encontré esa mañana; pares ingleses y sus esposas, miembros del parlamento, magnates financieros, tiburones de la City, grandes fabricantes y turistas de todas las nacionalidades y condiciones. Su alteza el Conde de Turín, que volvía de los ejercicios, pasó a caballo riendo con su edecán y saludando a todos aquellos que conocía.
Rompió a tocar la música del trasatlántico una marcha de belicosa trompetería. Los pasajeros del castillo central admiraban los esplendores de la bahía. La muchedumbre emigrante, amontonada en la proa y la popa, gritaba sin saber por qué, deseando exteriorizar su alegría, saludando con una explosión de vítores, bramidos y silbidos a los buques inmóviles que quedaban atrás del Goethe.
Por fin, entre los árboles que á modo de bóveda sombrean la calzada pedregosa se divisan los pañuelos de cien colores de las zagalas y los ramos de pan guarnecidos de flores y cintas y la novilla juguetona y empenachada. Los de Entralgo tiran sus monteras al alto saludando con alegría la pintoresca comitiva. Cuando llega salen á recibirla y se cambian entre unos y otros cordiales saludos.
Casi tropezó en la puerta con el contratista, que entraba saludando desde lejos á la «señora marquesa». Estrechó su mano y desapareció inmediatamente. Elena no quiso ocultar la cólera que le había producido esta visita inoportuna, y recibió al italiano con visible mal humor.
En sus huecos algunas sombras saludaban con brazos que parecían aspas, aquella llama roja que resbalaba sobre el río, marcando la línea negra de la barca y las siluetas de los dos hombres encogidos en sus asientos. Había corrido la noticia de la expedición por toda la ciudad y la gente gritaba saludando el rápido paso de la barca: ¡Viva don Rafael! ¡viva Brull!
Dice que no ha visto en su vida a un gentlemán tan guapo y simpático. ¿No es eso, miss Korrayt? Ella agitaba la cabeza afirmativamente, enseñaba su dentadura, parecida al teclado de un piano, y volvía a todos lados los platos de sus ojos. Kotelnikov movía también la cabeza, saludando, y balbuceaba: Hagan el favor de decirle que en las negras hay algo exótico. Y todos estaban tan contentos.
Siéntese, Maltranita, y cuente». Continuó Ojeda por el lado de babor, saludando a las «potencias hostiles» y a un grupo de argentinos y brasileños que hablaban de las estancias rioplatenses, de las fazendas de café, del valor de los campos, mezclando cantidades de leguas y millones de pesos.
Todas las casas ostentaban rojas colgaduras y banderas; en la calles habían construido gradas para los espectadores y pasé saludando a derecha e izquierda, entre entusiastas aclamaciones, saludado a mi vez por millares de blancos pañuelos. Los balcones estaban llenos de damas vistosamente ataviadas, que aplaudían, saludaban y me dirigían sus más seductoras miradas.
Palabra del Dia
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