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Actualizado: 14 de noviembre de 2025
¡En Marchamalo tales abominaciones! exclamó, saltando de su asiento. ¡La torre de los Dupont, mi casa, a la que llevo mi familia muchas veces, convertida en un antro del vicio! ¡El demonio de la impureza haciendo de las suyas a dos pasos de la capilla, de la casa de Dios, donde sacerdotes sabios han dicho las cosas más hermosas del mundo!... Y la indignación le ahogaba.
Aprovechando una de las vueltas para pasar cerca de su hermana, le preguntó por lo bajo: ¿Está ahí mamá? Cecilia hizo un signo negativo, y se tranquilizó. La niña se cansó pronto de aquel espectáculo. Quiso ir de nuevo a ver el baile de los aldeanos. Desde allí, saltando otra vez a la carretera, entraron en la romería que quedaba del otro lado. Fué gran ventura para ellos.
Llegaron los dos soldados con la carta del Padre Cardiel, á cuya súplica condescendió el Padre Strobl, quien el jueves 17, al salir el sol, saltó en tierra con el alferez y los soldados, á juntarse con dicho Padre Cardiel, al mismo tiempo el Padre Quiroga, el capitan de navio y el primer piloto, fueron en la lancha á sondar lo que les faltaba de la bahia, y saltando en tierra, subieron á un cerro bien alto, que está al norte de la bahia.
Entonces el maestro volviose hacia Melisa con un movimiento instintivo de protección, pero la niña había desaparecido entre las sombras. Impulsado por un extraño terror, corrió rápidamente camino abajo hacia el lecho del río, y saltando de roca en roca, alcanzó la aldea.
Parece mentira que un vaso de agua produzca tales efectos. ¡Cuántas veces tenemos en la mano, sin percatarnos de ello, el remedio de inveterados males!... La fácil palabra de Pez, saltando de un concepto a otro, llegó al capítulo de las lisonjas, que en aquel caso eran muy fundadas, y allí fue el ponderar la frescura y gracia de la dama. ¡Qué bien le sentaba todo lo que se ponía, y qué majestad en su porte!
D. Gumersindo, muy aseado y cuidadoso de su persona, era un viejo que no inspiraba repugnancia. Las prendas de su sencillo vestuario estaban algo raídas, pero sin una mancha y saltando de limpias, aunque de tiempo inmemorial se le conocía la misma capa, el mismo chaquetón y los mismos pantalones y chaleco.
Se echaban todos los cerrojos, se recogían los gatos, los perros, los asnos, y mientras las mujeres encendían una vela a Santa Catalina y otra a Santa Quiteria, abogadas contra la rabia, los mozos salían al campo bravamente, armados de las herramientas filosas que iban hallando. Ramiro avanzaba con rapidez saltando las peñas y los hatos de podas antiguas.
Nuestros ejércitos estaban en el Este, en el sitio que les correspondía, en la verdadera frontera, en la puerta de la casa. Pero éste es un amigo traidor y cobarde, que en vez de dar la cara entra por la espalda, saltando las tapias del corral, lo mismo que los ladrones... De nada le servirá su traición. Los franceses ya están en Bélgica y ajustarán las cuentas á los alemanes.
La ciudad... Me está saltando la pluma en la mano por hacer un cuadro engañador, mentir a boca llena y decir después a los que no me crean: allez y voir! Pero es necesario vencer el afecto que conservo a Bogotá y decir todo lo malo, sobre todo, lo curioso que tiene. En los primeros días me creí transportado a la España del tiempo de Cervantes.
La muerte del pequeño se había transmitido rápidamente por todo el contorno, gracias á la extraña velocidad con que circulan en la huerta las noticias, saltando de barraca en barraca en alas del chismorreo, el más rápido de los telégrafos. Aquella noche, muchos durmieron mal. Parecía que el pequeñín, al irse del mundo, hubiese dejado clavada una espina en la conciencia de los vecinos.
Palabra del Dia
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