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Actualizado: 26 de junio de 2025
Don Juan tomó posesión del cuarto inmediato al de Cristeta. Un conquistador principiante o adocenado, hubiera incurrido en la inexperiencia de ir aquella misma noche al teatro de la villa en busca de la mujer asediada, para demostrarle su amor haciendo valer la presteza del viaje. Don Juan, con maquiavélica sagacidad, no se dejó ver.
En la incapacidad de manejar los resortes del gobierno civil, ponía el terror como expediente para suplir el patriotismo y la abnegación; ignorante, rodeándose de misterios y haciéndose impenetrable, valiéndose de una sagacidad natural, una capacidad de observación no común y de la credulidad del vulgo, fingía una presciencia de los acontecimientos que le daba prestigio y reputación entre las gentes vulgares.
En vano el duque quiso ocultar su turbación, producida por la sagacidad del tío Manolillo; sin embargo, se dominó y dijo riendo: ¡Bah! ¿y qué les importa ni á la condesa de Lemos, ni á la duquesa de Gandía que Quevedo sea preso ó no? ¿Qué si les importa? Voy á revelarte dos secretos. ¿Dos secretos más?
Además, le debo un reconocimiento particular; sé que ha sido usted consultado á propósito de mis pretensiones á la mano de la señorita Laroque, y que puedo jactarme de su apreciación. ¡Dios mío! señor, pienso no haber merecido... ¡Oh! sé replicó riendo que no ha abundado en mi favor; pero en fin, no me ha perjudicado. Confieso también que me ha dado pruebas de una sagacidad real.
El hombre que se siente abrumado bajo el peso de un grave secreto, debe evitar especialmente la intimidad de su médico; porque si éste se hallare dotado de natural sagacidad y de cierto no sé qué, á manera de intuición; si no demuestra vanidad importuna, ni cualidades características desagradables; si tiene la facultad innata de establecer tal afinidad entre su inteligencia y la de su paciente, que éste llegue á hablar, con llaneza y por descuido, lo que se imagina haber pensado solamente; si tales revelaciones se reciben en silencio, con una simple mirada de simpatía, ó á lo más con una que otra palabra en que se dé á entender que todo se ha comprendido; y si á estas cualidades necesarias á un confidente se unieren las ventajas que presta la circunstancia de ser médico, entonces, en un momento inevitable, el alma del paciente se abrirá descubriendo á la luz del día sus más ocultos misterios.
Don Francisco se vá por otra parte, Por Presidente queda el de Quiñones: Aqueste caballero con gran arte El Audiencia regia y escuadrones, Temiendo de su industria el fiero Marte, De su sagacidad y discreciones: Que tanto era el ardid que allí mostraba, Que en la guerra las letras encumbraba.
Y así lo ha de hacer y hace el que quiere alcanzar nombre de prudente y sufrido, imitando a Ulises, en cuya persona y trabajos nos pinta Homero un retrato vivo de prudencia y de sufrimiento; como también nos mostró Virgilio, en persona de Eneas, el valor de un hijo piadoso y la sagacidad de un valiente y entendido capitán, no pintándolo ni descubriéndolo como ellos fueron, sino como habían de ser, para quedar ejemplo a los venideros hombres de sus virtudes.
Tu mamá estaba muy disgustada, porque te nos habías hecho muy chu... la... pito; eso es». El marido continuaba encerrado en su prudencia; mas no por eso se enfadaba Jacinta. Bien le decía su sagacidad femenil que la obstinación impertinente produce efectos contrarios a los que pretende.
¡Oh! exclamó ; ¡la gratitud de las mujeres! las mujeres no saben tener por un hombre un afecto profundo, sin que aquel afecto las lleve al amor... ¡si al verse salvada de un peligro por ese joven!... pero en todo caso... si nunca ha estado ese joven en Madrid... si anoche le vió ella por primera vez, no puedo suponerla tan liviana que... aún hay tiempo... indudablemente... obrando con sagacidad y energía podrá evitarse... pero si todo esto no fuese más que una locura de Montiño... una exageración de mi recelo...
Verá usted decía el Magistral como llega un día en que no necesita a Zorrilla ni poeta nacido para llorar de ternura y elevarse, de una en otra, como usted dice, hasta la idea santa de Dios. ¡Tiene la Iglesia, amiga mía, tal sagacidad para buscar el camino de las entrañas!
Palabra del Dia
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