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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Véase hasta qué punto han llevado nuestros historiadores su adulacion á las personas de los reyes. El sabio Hernan Perez del Pulgar afirma que la Reina Católica no se cuidaba de la destruccion del comercio i de los tratos, ni de sus rentas, con tal de estirpar en sus reinos la mala semilla de los cristianos en el nombre, aunque judíos en el corazon.

12 ¿Quién [es] varón sabio que entienda esto? ¿Y a quién habló la boca del SE

"O ese libro enseña a ser pestes a los hombres, o lo compuso dije yo algún doctor." "¿Cómo doctor? Bien lo entiende me dijo ; es un gran sabio, y aún estoy por decir más." En estas pláticas llegamos a Rejas.

Su marido quedó como arrebatado, sin poder dar un paso adelante. Pero el ricacho exclamó: «¡Buena posesión!, ¡y qué buena bodega haría!» ¿Habéis comprendido mi idea? Sin duda respondió el coronel riéndose , que un necio elogio es peor que una crítica; ya lo dice la fábula de Iriarte: Si el sabio no aprueba, ¡malo! Si el necio aplaude, ¡peor!

Pero aqueja la pobreza pública, al par que crecen los dispendios de la corte, y se piensa en leyes suntuarias; leyes inoportunas, ineficaces, contra las que representan los mercaderes y quedan sin efecto; es necesario encontrar dinero á todo trance, y se aumenta el valor de la moneda de vellón; expone los inconvenientes de esta medida el docto Mariana en su libro De Mutatione monetæ, y el bueno, el sabio Mariana es perseguido; á la torpeza sigue la tiranía.

¡Si al menos estuviera en la cabecera, todavía!... dijo haciendo alarde de su poder. El escribiente sabía muy bien que su poder no pasaba de los límites de Tianì, pero le convenía conservar su prestigio y quedarse con la tapa de venado. Pero, os puedo dar un sabio consejo y es que vayais con Julî, al Juez de Paz. Es menester que vaya Julî.

De todas las ciencias, ésa es la sola que yo desearía tener hoy. Pero, ¡ay de ! no la poseo, y la prueba es que, a pesar de mis anhelos, no la puedo curar y es necesario ceder a otro esa gloria. »En efecto, hizo ir de Nápoles a un sabio médico y Carlos me suplicó que le obedeciese, atribuyendo a sus conocimientos el cambio favorable que entonces experimenté.

, lo haré de muy buen grado contestó el sabio, trocándose repentinamente en el hombre más suave y meloso de la tierra. Voy á decir cómo desarrollaría yo mi pensamiento; pero han de prometerme que no he de ser interrumpido por aplausos ni otra manifestación semejante.

Parecióme cosa imposible y fuera de toda buena costumbre que a tan buen caballero le hubiese faltado algún sabio que tomara a cargo el escrebir sus nunca vistas hazañas, cosa que no faltó a ninguno de los caballeros andantes, de los que dicen las gentes que van a sus aventuras,

En novelas, en poesía sólo, se ve, por ejemplo, a un señor que ve pasar por la calle a una dama, y pataplum..., de repente..., cátale muerto de amor por ella. Ella también le mira..., y adiós reposo y juicio; sin saber si es un tunante o un hombre de bien, un tonto o un sabio, un rico o un pobre, ya la tenemos enamorada.

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