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Actualizado: 6 de mayo de 2025


»Ya sabía a qué atenerme con toda certidumbre; y a continuar iba en mi empresa, fundada sobre esta base, cuando se me anticipó el espectro para decirme: » Ya supondrá usted que en esta casa, donde con tanta lealtad se habla y se procede, no hay nadie que sea capaz de cometer tales felonías... » No había necesidad de esa advertencia, señora la dije de todo corazón.

Y su marido miraba al hombre poderoso con expresión suplicante, como si pidiera perdón para su mujer, que no sabía lo que decía. Vamos, doña Enriqueta dijo desde el fondo de la habitación la voz del cura . Piense usted en misma y en Dios: no incurra en el pecado de soberbia. Los dos hombres, el marido y el protector, acabaron por sentarse junto al lecho de la enferma.

A tales y tan disparatados pensamientos se entregaba, que si no enloquecía le faltaba poco. Aquella noche fue de las más crueles de su vida. Me marcho de Madrid. Quisiera despedirme de ti, pero no lo consentirás y no me atrevo a suplicarte que nos veamos. Me has hecho muy desgraciado. No sabía yo que te quería tanto.

Sólo la idea de ir a trabajar con él en aquella odiosa tienda le sublevaba. ¿Cómo podían entenderse él y su tío, él tan sabio, tan listo, llamado a sublimes destinos, y su tío un hombre tosco y rudo que sólo sabía hacer suspensorios y cazar, un bárbaro que llamaba cláusulas a las cápsulas, y que cuando se puso el primer tranvía hablaba de la tripulación de los coches, en vez de decir trepidación?

La antevíspera, por la noche, había llegado a decirle: ¡Es usted un hombre muy desgraciado, Petrov! A Petrov le complació mucho oír aquellas palabras de verdad y de compasión, mucho más apreciables sabiendo, como sabía él perfectamente, que el doctor era un vulgar egoísta, un borracho y un libertino, que había fundado su clínica con el único objeto de explotar a los imbéciles.

Pero pensó también que si la distancia á Munster no era larga, en cambio él no conocía á su hermano, de quien tenía los peores informes; y que lo derecho era pasar la noche en el albergue de Dunán y presentarse de día en casa de su pariente, que ni lo esperaba, ni sabía de él, ni jamás le había mostrado el menor interés.

Por todo se reñía allí entonces menos por la obra empecatada de Maravillas, de quien nadie se acordaba ya y de cuyo paradero no se sabía.

Veía con desesperación el momento en que la miseria desharía su pobre hogar y llevaría a sus hermanas a aquellos antros horribles del placer barato, en donde los marinos del mundo entero se emborrachan con whisky, al lado de una mujer rubia y pintada. Allen sabía que en Liverpool, como en todos los grandes puertos, había enganchadores, comerciantes de hombres.

Lo que ya sabía de la índole del Príncipe Alejo Petrovich estaba confirmado y documentado por los informes extensos y minuciosos de ambas procedencias, llenos de declaraciones tomadas en anteriores procesos políticos. Pero también supo cosas que no sospechaba.

Pronto se dice; pero del dicho al hecho.... ¿Regalos? ¡Vaya unos regalos para un hijo de Sobrado! ¡Sortijas de plata, ramos de a dos cuartos! ¡Bah, bah! Ya se sabía en lo que paraban ciertas cosas.

Palabra del Dia

bagani

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