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De sus ascendientes rusos, medio orientales, había heredado una gran capacidad sensual que le hacía buscar á la mujer, y al mismo tiempo un desprecio inalterable por ella. La mimaba, pero no podía amarla; la adoraba, y se revolvía indignado siempre que pretendía colocarse á su mismo nivel.

Allí estaban el Barón de Castell-Bourdac, quien casi o sin casi es del Faubourg; dos príncipes rusos, descendiente uno de Gengiskan y otro de un compañero de Rurik; tres marqueses italianos; y una condesa polaca, de la clarísima estirpe de los Jaguelones.

Y como la cultura musulmana no se había detenido aún en el choque de estas dos civilizaciones unilaterales, por la disputa del Santo Sepulcro, pudo verse que, en ferocidad y crueldad inútiles, los caudillos cristianos eclipsaron a los mahometanos, como los rusos a los japoneses en nuestros días.

Había olvidado á sus rusos de aspecto sedicioso: ya no les daba dinero: otras eran ahora sus aficiones. De pronto, mostró deseos de vivir una larga temporada en Londres, y esto la hizo ceder á la petición de su hijo, que ansiaba realizar un viaje solo por toda Europa. Ya eres un hombre; vas á tener catorce años.

Alguien había hablado; tal vez era Castro, que no ocultaba nada á doña Clorinda. Pasearon por los jardines. Alicia se detuvo ante un pedazo de tierra cultivada, de la que empezaban á surgir algunas hortalizas. ¿Aquí es donde trabajas? Ya que te diviertes cultivando tu huerta, como otros príncipes rusos hacen zapatos. ¿También esto?... ¡Ah, Castro charlatán!

Los novelistas rusos siguen por regla general las huellas de los franceses y aun los sobrepujan. He leído una producción dramática titulada El poder de las tinieblas que, en cuanto á horrores condensados, deja atrás á todas las francesas.

Si el hurto era el móvil del crimen, los dos rusos podían, exprofeso, no haber robado todo el dinero; pero en tal caso era difícil explicarse la manera ruidosa como habían dado muerte a su víctima y el agudo dolor que Zakunine había demostrado, ni se podía decir cómo y dónde habían escondido las sumas robadas, en los pocos momentos transcurridos entre el tiro y la llegada de los criados. ¿Habría que considerar a alguno de éstos como cómplice? ¿O más bien, los rusos esperaban substraer el dinero después de haber hecho creer en el suicidio no previendo la acusación de Vérod?

Pero ahí, hacia la derecha, se remataba a los rusos y austriacos del modo más admirable. ¿No veis los pantanos de Satzchan? A lo lejos brilla su engañosa superficie; están helados, y los rusos, impelidos por Soult, se precipitan sobre ellos.

Claro está que, a pesar de todo, si el imitador vale algo, por cima de esas novedades y de esas tonterías, surgirá y descollará su propio talento. ¿Pero no sería mejor que no se entusiasmase tanto por lo moderno, que no se pasmase tanto de los primores franceses y rusos, a fin de no tener que ponerse en zancos, que empinarse y que estirar violentamente su ingenio para salir por cima de esas tonterías y de esas novedades, mostrándose tal como es?

Doval, jefe de policía de Barcelona, quien, para sondear a los detenidos en el Manuel Calvo, proponía que se introdujeran entre ellos, fingiéndose rusos, cinco o seis policías españoles. Yo no creo que un policía español pueda fingirse ni siquiera portugués. Decirle que se finja ruso a un policía que gana diez pesetas diarias es algo así como decirle que se finja gran filósofo.