United States or Greenland ? Vote for the TOP Country of the Week !


Observó con placer que durante su entretenido y largo coloquio la propietaria de Rosalinda no había hecho la menor alusión al asunto de los deslindes y le agradeció tan delicada reserva.

Cubre así a veces la cancerosa llaga de una princesa el peplo de lino recamado de rubíes. ¡El descanso, al fin! prorrumpió mi esposa sollozando. El cementerio es el descanso. , Rosalinda de mi vida. Porque había llegado el momento de que Nanela se llamase «Rosalinda», yo la llamaba «Rosalinda»... Después la llamé, ¡y siempre tan acertadamente!

De un campo de centeno levantóse en rápido vuelo una alondra y se perdió en las nubes, mientras su alegre canto recordaba a Francisco la voz de purísimo timbre de la señora Liénard; entonces, en medio de su ensueño, la idea de ver a la joven en Rosalinda, filtró dulcemente en su alma una emoción profunda, tan suave como la tenue claridad que la muselina de las nubes tamizaba.

Para que todas estas coincidencias no le hubiesen advertido desde un principio, para no haber tenido antes un íntimo presentimiento de esa posible paternidad, era necesario haber estado ciego o muy preocupado. Preocupado, efectivamente, estuvo por sus quimeras matrimoniales, por la egoísta infatuación que le había hecho creer en la posibilidad de casarse con la propietaria de Rosalinda.

El hondo malestar que le hacía sufrir antes de su visita a Rosalinda, y que sus quiméricas esperanzas habían por un momento disipado, de nuevo apoderábase de su espíritu, ahora que ya la señora Camila, sin saberlo ella, había disipado sus caros ensueños.

Ora disertaba sabiamente sobre la aclimatación del pino; ora se permitía ligeras alusiones al asunto de los deslindes; y después, haciéndose más comunicativa, contaba ingenuamente su propia historia y la de su primer marido, sus luchas para la transformación de Rosalinda y sus proyectos de futuros embellecimientos.

Algunas horas después Delaberge se internaba en el bosque y se dirigía muy pensativo hacia Rosalinda. No tenían sus pensamientos ni la ligereza de las blancas nubecillas que corrían por encima de los árboles, ni tampoco la alegría de las flores, cuyas notas de color vivísimo salpicaban la hierba, sino que eran muy graves y trascendentales.

En el sitio donde el camino forestal que bajaba a Val-Clavin cruzábase con el barranco que iban siguiendo, Delaberge despidió a sus acompañantes y se dirigió solo hacia Rosalinda; al cuarto de hora salió del bosque y vio ante sus ojos el parque y los jardines que rodeaban la casa.

Usted no es mi amigo replicó con dureza el joven. Deseo serlo de todo corazón y me sorprende su hostilidad. Sin embargo, no creo haberle dado motivo para que me trate como enemigo, desde la tarde en que juntos volvimos de Rosalinda. Esta alusión a Rosalinda, lejos de calmar al hijo de Miguelina, pareció aumentar todavía su irritación. ¡Detesto el disimulo! exclamó.

El mismo Simón Princetot, hacia el cual sentíase atraído y con quien le hubiera gustado conversar, no manifestaba grandes deseos de continuar las relaciones empezadas en Rosalinda. También se escondía. Estas ofensivas y misteriosas precauciones mantenían en el espíritu de Delaberge la enervante inquietud que tanto le hacía sufrir desde su conversación con Miguelina.