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Actualizado: 14 de septiembre de 2025
Yo no encuentro esa poesía fácil, ese arte infuso, por decirlo así, en ninguna parte de esta magnífica ciudad. Llevemos una estátua de las Tullerías ó del Luxemburgo á un paseo de Roma, y seguramente parecerá más bella, más estátua, más arte; es decir, más sentimiento, porque sentimiento es el arte, así como verdad es la ciencia, utilidad la industria, ó justicia el derecho humano.
Así como en los siglos de fe religiosa hacíanse peregrinaciones de todas partes para ir á visitar los Santos Lugares, la tumba de Santiago el Apóstol, ó las venerandas reliquias de Roma, actualmente se dirijen todos los curiosos de todas las naciones á Paris, la ciudad de las ciudades.
Este hecho es particularmente cierto cuando se trata de las leyes concernientes al matrimonio en los pueblos monógamos, como Grecia y Roma.
No así cuando predomina una fuerza extraña a la civilización, cuando Atila se apodera de Roma, o Tamerlán recorre las llanuras asiáticas; los escombros quedan, pero en vano iría después a removerlos la mano de la filosofía para buscar debajo de ellos las plantas vigorosas que nacieran con el abono nutritivo de la sangre humana.
Los periódicos españoles hablan poco de las cosas de fuera de casa, y sólo dos veces encontró en ellos el nombre de guerra de Leonora, al dar cuenta de sus triunfos artísticos. Había cantado en París, como una artista francesa, asombrando la pureza de su acento; había estrenado en Roma una ópera de un joven maestro, preparada por el reclamo editorial como un gran acontecimiento.
De sus murallas fenicias, de su templo de Hércules, de los monumentos que le dejaron las repúblicas de Cartago y Roma quedan solo una tradicion vaga y oscura y uno que otro fragmento.
Preguntó Roque a los peregrinos lo mesmo que a los capitanes; fuele respondido que iban a embarcarse para pasar a Roma, y que entre entrambos podían llevar hasta sesenta reales.
Como yo me casé... vamos al caso, delante de la gente... y llevan los chiquillos de la mano, con la desvergüenza del mundo. ¡Anda, salero! ¿Y el arcebispo no los mete en la cárcel? ¡Si ellos son contra el arcebispo, y contra los canónigos, y contra el Papa de Roma de acá! ¡Y contra Dios, y los Santos, y la Virgen de la Guardia! Pero esa lavada de esa Píntiga... ¡malos perros la coman!
Buen mozo decía de él , buen caballero, pero igual casi a los liberales. ¡Ay, la vida en tierra extranjera! ¡Cómo cambia a los hombres!... ¡Qué pecados!... Ahora su entusiasmo era sólo por Dios, y su dinero emprendía el camino de Roma. Una suprema ilusión animaba su existencia. ¿No le enviaría antes de morir la «Rosa de Oro» el Santo Padre?
En Roma, los sin señor Son almas que van en pena: No se hace cosa buena Sin dineros y favor. Cuál vive muy á sabor, Cuál no tiene que comer; Unos con mucho dolor, Otros con mucho placer. Dos cosas no pueden ser De placeres y dolores Ni peores ni mejores; Que son Roma y la mujer.»
Palabra del Dia
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