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Actualizado: 2 de junio de 2025
A cuál por asirle de alguna parte segura, por estar todo tan manido le agarraba el corchete de las puras carnes y aun no hallaba de qué asir, según los tenía roídos la hambre. Otros iban dejando a los corchetes en las manos los pedazos de ropillas y gregüescos; al quitar la soga en que venían ensartados, se salían pegados los andrajos.
El mastín no podía, literalmente, ejecutar el esfuerzo del ladrido: temblábanle las patas, y la lengua le salía de un palmo entre los dientes, amarillos y roídos por la edad. Apaciguáronse los perdigueros a la voz del señor de Ulloa, con quien habían cazado mil veces; no así el mastín, resuelto sin duda a morir en la demanda, y a quien sólo acalló la aparición de su amo el señorito de Limioso.
Aquella le cocía, y comía los ojos y la lengua, y el cogote y sesos, y la carne que en las quijadas tenía, y dábame todos los huesos roídos. Y dábamelos en el plato, diciendo: "Toma, come, triunfa, que para ti es él mundo. Mejor vida tienes que el papa." "¡Tal te la dé Dios!", decía yo paso entre mí.
Si hay montes que desaparecen, roídos por el tiempo y la intemperie, hay otros que surgen empujados hacia la luz por fuerzas subterráneas; mientras unos ríos se secan lentamente absorbidos por el desierto, otros torrentes nacen y crecen; unas cascadas se obliteran, pero otras, después de haber roto las paredes que las retenían, se desprenden de los altos lagos desplegándose en ligeras velas ó se lanzan en compactas masas sobre las faldas de los montes.
En tanto, el héroe se consumía tristemente en Vejer viendo sus laureles apolillados y roídos de, y meditaba y discurría a todas horas sobre un tema importante, es decir: que si Córdova, comandante de nuestra escuadra, hubiera mandado orzar a babor en vez de ordenar la maniobra a estribor, los navíos Mejicano, San José, San Nicolás y San Isidro no habrían caído en poder de los ingleses, y el almirante inglés Jerwis habría sido derrotado.
Los palos que sostenían los sombrajos estaban unidos por cuerdas, y pendientes de ellas se balanceaban uniformes de soldados, viejas levitas, pantalones roídos por el roce, sobrefaldas de gasa que habían sido de moda treinta años antes, sayas que olían a humedad y a polvo, delatando el olvido en los cofres de algún desván.
Sus botas mostraban los tacones rotos y el cuero resquebrajado bajo los roídos bordes del pantalón.
Entramos en casa de don Alonso, y echáronnos en dos camas con mucho tiento, porque no se nos desparramasen los huesos de puro roídos del hambre. Trujeron exploradores que nos buscasen los ojos por toda la cara; y a mí, como había sido mi trabajo mayor y la hambre imperial al fin me trataban como a criado , en buen rato no me los hallaron.
Sobre robustos pedestales exhibíanse los doce apóstoles; pero tan desfigurados, tan maltrechos, que no los hubiera conocido Jesús: los pies roídos, las narices rotas, las manos cortadas; una fila de figurones, que más que apóstoles parecían enfermos escapados de una clínica mostrando dolorosamente sus informes muñones.
En las laderas de los montes, la tierra parecía a trechos ingrata a todo esfuerzo humano, las cumbres estaban coronadas de peñas calvas con los ángulos roídos por los siglos, y los picachos de granito se erguían enhiestos en desprecio del tiempo.
Palabra del Dia
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