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Actualizado: 10 de junio de 2025
La solución de este drama es desconocida, pues las que se le han dado parecen absurdas. Ciertamente que no. Si, por algún accidente, se para en alguna playa, el enorme peso de sus carnes, de su grasa, la aniquila; sus órganos se rinden y queda asimismo asfixiada. En el único elemento respirable para ella, la asfixia la mata lo mismo que en el agua no respirable do vive. Abreviemos razones.
Los judíos españoles vieron cercano el instante de quebrantar sus cadenas; i asi comenzaron á cobrar aliento, de la misma suerte que aquellos que caminan llevando sobre sus hombros un grave peso. Luego que rinden la carga que los fatigaba, ni piensan en los trabajos pasados, ni en el descanso presente, i solo reciben contento con el placer de que ya respiran con toda libertad sus corazones.
Sea esto dicho de paso contra los Scépticos importunos y tupidos, que no se rinden á la misma evidencia. Lock no estuvo constante tratando de esto. Concede que el conocimiento intuitivo es cierto y evidente, y que con él estamos asegurados de la verdad.
Si procediere benigno, Atento, prudente y cuerdo, Obedecedlo y servidlo. Mas si procediere altivo, Soberbio é inobediente, No le conozcáis dominio. Los elementos le rinden homenaje, y, entonando de nuevo otro cántico de alabanza, siguen á los tres atributos de la Divinidad para ayudarles en la creación del hombre.
Sala desmantelada en una casa hidalga, a la entrada de Flavia-Longa. Llegan hasta allí, desde otra estancia, las voces de los criados, que rinden el planto a la señora, que acaba de morir. Los hijos han hecho campaña en la sala, y rifan al son que se reparten lo que afanaron al saquear la casa. Allí están Don Pedrito, Don Rosendo, Don Gonzalito, Don Mauro y Don Farruquiño.
Llama amor al deseo disoluto á que rinden tributo, sin la inmunda torpeza á que él se entrega, el ave, el pez, el bruto, la misma flor inmóvil que despliega su cáliz á la brisa y al rocío. Llama ambicion á la locura ciega que tenaz le persigue hasta en sus sueños sin que olvido ó reposo se demande, no por ser él más grande, sino por ver á los demás pequeños.
Con labio balbuciente y vivo anhelo "¡Dios te salve, María!" en la cuna te dice el pequeñuelo: salúdate el anciano que harto ya de luchar con el destino, apoyo busca en tu segura mano. ¿Mas que mucho, Señora, que el hombre de quien eres bienhechora su gratitud te ofrezca y, sus amores...? también del Sol los mágicos fulgores te rinden homenaje y te saluda el mar con sus rumores, con su aroma las flores, las aves con su canto en el follaje.
No, una de sus tretas. Ahí lo tienes otra vez, más brioso que nunca, ¡Qué espada! El jefe pirata retrocede, cae, atravesado de parte á parte. ¡Viva, viva! Los otros huyen, se rinden. Allá va Simón. ¡Por vida de! Ya arría la bandera de la cruz roja, ya iza la de Morel, las cinco rosas.... ¡Viva!
Mas las apasionadas que se rinden, ¡cuán dignas de indulgencia!
Y el libro ha salido triunfante de la prueba. Yo soy quien me quedo con el sentimiento de no haberle disfrutado con fruición espontánea y sincera, sin pensar ni en la crítica ni en el público, dejándome llevar sólo por la magia del relato y por las dulces memorias que en mi espíritu evocaba. ¡Duro e impertinente oficio el del que intenta razonar su propia impresión y la impresión ajena, para ahuecar luego la voz y decir solemnemente al público lo que mucho mejor sienten y mucho mejor expresaran, si tal expresión cupiese en palabras, los críticos que no escriben, los espíritus delicados y rectos a quienes no aqueja la comezón de hacer confidente suyo al público, y que por lo mismo rinden al autor, a quien admiran con admiración silenciosa, tributo más de agradecer que el de vanos artículos encomiásticos!
Palabra del Dia
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