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Actualizado: 8 de octubre de 2025
El santo amor castisimos amores, La dulce paz su quietud sabrosa, La guerra amarga todos sus rigores. Mostrabasele clara la espaciosa Via, por donde el sol hace contino Su natural carrera y la forzosa. La inclinacion, ó fuerza del destino, Y de qué estrellas consta y se compone, Y como influye este planeta ó sino.
Pero tan buenas, y serviciales fueron, tan apretaditas se sentaban siempre las tres, sin jugar, o jugando entre sí, en la hora de recreo; con tal mansedumbre obedecían los mandatos más destemplados e injustos; con tal sumisión, por el amor de su madre, soportaban aquellos rigores, que las ayudantes del colegio, solas y desamparadas ellas mismas, comenzaron a tratarlas con alguna ternura, a encomendarles la copia de las listas de la clase, a darles a afilar sus lápices, a distinguirlas con esos pequeños favores de los maestros que ponen tan orondos a los niños, y que las tres hijas de del Valle recompensaban con una premura en el servirlos y una modestia y gracia tal, que les ganaba las almas más duras.
En dicha biblioteca guárdase también un ejemplar impreso, muy raro y antiguo de esta comedia, en que se atribuye á Lope de Vega, aunque esta indicación no nos convenza de su verdad, porque su estilo no es en general el de Lope, como lo demuestran estos versos de su principio, que copio á continuación: FILIPO. Pasemos los rigores de la siesta En el eterno abril de la floresta.
Así vio colmados sus deseos, y llevándose consigo al enfermo, lo instaló en su casa cómodamente, decidido a llevárselo a Madrid cuando su estado lo permitiese y se apaciguaran los rigores de aquel crudo invierno. El descenso de la temperatura había extendido sobre algunas partes de la nieve planchas de durísimo y resbaladizo cristal.
Otras noches es ella la que está desnuda. «Me va a coger el invierno sin un hilo sobre mi cuerpo». El mancebo sonríe con amabilidad, figurándose de buen grado a la dama delgada, pero de buenas formas, tiritando en camisa bajo los rigores de una nevada....
Tiago se había muerto sin confesion, pero el buen sacerdote, sonriendo burlonamente, se frotó la punta de su nariz y respondió: Vamos ¡á mí con esas! si hubiéramos de negar las exequias á todos los que se mueren sin confesion, nos olvidaríamos del De profundis. Esos rigores, como usted sabe bien, se conservan cuando el impenitente es tambien insolvente, pero ¡con Cpn.
Palabra del Dia
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