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Actualizado: 8 de julio de 2025
Pero no pueden, porque delata la relativa juventud de estos caserones su arquitectura que revela el mal gusto decadente, pesado o recargado, de muy posteriores siglos. La piedra de todos estos edificios está ennegrecida por los rigores de la intemperie que en Vetusta la húmeda no dejan nada claro mucho tiempo, ni consienten blancura duradera.
Estos caballeros, para cuya domesticación emplearon grandes rigores los jefes militares, tuvieron una reyerta en Córdoba con los suizos de Reding.
Pero, por fortuna mía, están ahí el día de año nuevo y el de mi santo para corregir los rigores de mi presupuesto. Y la abuela es tan buena con su nieta... Al salir de misa, las de Ribert me llevaron a su casa, para darme lectura de dos nuevas epístolas.
Las virtudes del Infante habían excitado la admiración de sus enemigos, pero sin ablandar por eso sus rigores. La Clede, Histoire du Portugal. V. también á H. Schulze, Del Príncipe constante, de Calderón: Weimar, 1811. «¡Qué poesía! ¡No nos cansamos nunca de leerla y admirarla!
El magnánimo Príncipe hace pedazos los poderes, y el rey de Fez extrema sus rigores disponiendo que Don Fernando lleve pesadas cadenas, y que, como los demás esclavos más viles, ejecute los trabajos más penosos. La grandeza de alma del mártir, que, sin murmurar, sufre los dolores más intolerables, resplandece después en todo su brillo.
Como no siempre se tuvo presente este fin exclusivo, tomó poco á poco tan piadoso espectáculo cierto colorido mundano; la Iglesia aflojó algún tanto en sus rigores, y aun llegó á proteger los que con el nombre de misterios, con que lo distinguen diversas decretales y cánones de concilios, ocuparon el mismo rango que otras solemnidades del culto.
Todo ese conjunto es tan pintoresco, que aún en medio de los rigores del invierno conserva su gracia y seduccion.
¡Y había que continuar el viaje!; ¡y cuanto más se anduviera, mayor altura se ganaría, y mayores, por consiguiente, serían los rigores de la intemperie! Con estas reflexiones, se le erizaban a don Simón los pocos pelos que tenía. Cuando acabó de vestirse salió en busca de su gente; pero se extravió en un laberinto de salones y pasadizos desmantelados y sin orden ni concierto.
424 Es triste dejar sus pagos y largarse a tierra ajena llevándose la alma llena de tormentos y dolores; mas nos llevan los rigores como el pampero a la arena. 425 Irse a cruzar el desierto lo mesmo que un forajido, dejando aquí en el olvido, como dejamos nosotros, su mujer en brazos de otro y sus hijitos perdidos.
Cuando oía describir los rigores que Velázquez había usado en otro tiempo con una de sus amantes llamada la Pitillera, y que esta mujer, lejos de aborrecerle, le adoraba cada día con pasión más firme, quedaba confusa sin comprenderlo; pero sentía cierto cosquilleo interno, mezcla de temor, de curiosidad y apetito ¿Qué será eso? Lo supo más pronto de lo que imaginaba.
Palabra del Dia
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