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Actualizado: 8 de julio de 2025


El avaro acumula tesoros temiendo la pobreza; y en medio de sus riquezas sufre los rigores de esa misma pobreza que tanto le espanta: él se condena á mismo á todos ellos, con su alimento limitado y grosero, su traje sucio y raido, su habitacion pequeña, incómoda y desaseada.

La idea de ver á su amante padeciendo los rigores de la miseria ó quizá hundida en un lupanar le conmovió. «¡Pobre chica! se dijo enternecido. Es una niña caprichosa. Ni sabe lo que hace ni lo que quiere, ni calcula lo que le puede suceder.» Y dilatándose su espíritu con estas imaginaciones tiernas y sosegada la cólera, al cabo de un rato se quedó traspuesto. Cuando despertó eran las nueve.

Eran, en una palabra, los que divinizaban todas las miserias, todos los rigores que martirizan al hombre, marcando, en cambio, con el sello de la execración las únicas alegrías que están á su alcance. Aquellos enemigos de la vida, la insultaban llamándola valle de lágrimas. ¿No deseaban salir de ella cuanto antes?

ARR. Y es poco lo que pides; yo me ofrezco De darla con que viva, y es partido A trueco de escapar de sus rigores. NARV. Pues alto: en esto queden concertados. Sale PÁEZ. PÁEZ. Dame, señor, albricias. NARV. Buenas sean. PÁEZ. Su palabra ha cumplido Abindarráez. NARV. No menos esperé de su nobleza, Que al fin acude a lo que debe en todo.

Quiso el Rey Sabio poner coto al ánsia de lujo que dominaba á sus vasallos, y en el Ordenamiento de 27 de febrero 1256 prohibióles que trajesen «sillas ferpadas nin con oropel nin con argenpel, que tampoco emplearían en coberturas, perpunte, cofias y pendones, ni en las fundas de los escudos: que no usasen cascabeles etc., etc., prohibiendo también á las mujeres el uso de objetos de metales ricos, de camisas bordadas de oro; extremando estos rigores hasta en las comidas, en las fiestas de bodas y en la manera de vestirse los vencidos sarracenos

Llamábanla la marquesa de Paroliñac; su hija, muchacha de quince años, era uno de los apúntes, y con un guiñar de ojos advertía á su madre las picardigüelas de los pobres apuntes que procuraban enmendar los rigores de la mala suerte. Entráron el abate, Candido y Martin, y nadie se levantó á darles las buenas noches, ni los saludó, ni los miró siquiera; tan ocupados todos estaban en sus naypes.

Desde Chile, nosotros nada podemos dar a los que perseveran en la lucha bajo todos los rigores de las privaciones, y con la cuchilla exterminadora, que, como la espada de Damocles, pende a todas horas sobre sus cabezas. ¡Nada!, excepto ideas, excepto consuelos, excepto estímulos; arma ninguna nos es dado llevar a los combatientes, si no es la que la Prensa libre de Chile suministra a todos los hombres libres. ¡La Prensa!, ¡la Prensa!

Entonces ¡ay! es ella quien al revuelto mar dice: ¡Detente! la que apaga el rumor del oleaje y hace que el Sol magnífico, esplendente, rompa del nubarrón el denso encaje. Es ella, quien a raya pone al viento y amansa sus rigores; aliento del que mísero desmaya y quien conduce a la distante playa las barcas de los pobres pescadores.

El mismo tirano no puede menos de compadecerle, considerando el estado en que se halla la víctima de sus rigores, cuando hasta el Infante parece haber olvidado su regia alcurnia, y no oye á quien lo llama.

Las tres infelices están que da lástima verlas de marchitas y acongojadas, y de seguro preferirían la peor vida del mundo a la que ahora llevan, aguantando con gusto palos de marido o rigores de abadesa, con tal de abandonar las sombrías mazmorras de mi casa. No ven a otros hombres que a y a D. Paco. ¿Te parece que estarán divertidas? ¿Usted sale por las noches de su casa?

Palabra del Dia

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