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En el cercado inmediato estaba el solariego con el traje basto y las abarcas de tarugos, segando a más y mejor un retoño que parecía terciopelo salpicado de brillantes; y detrás de él iba otro segador que por más que menudeaba las «cambadas» en»«la faja de prado que le correspondía, no lograba picarle las almadreñas. Con tal empuje y tal soltura «tiraba» el dalle el solariego.

Echó pie a tierra, ató el caballo al tronco de un castaño, y se sentó sobre el césped para meditar a sus anchas. Se acordó de Ulises volviendo a Ítaca... pero él no era Ulises, sino un pobre retoño de remota generación.... El Ulises de Raíces, el Reyes que había emigrado, no había vuelto... a él no podían reconocerle en el lugar de que era oriundo.

Entre los naipes, los bolos y el pleito que corría ya de su cuenta, no le quedaba tiempo libre en todo el año más que para almorzar la cazuela de leche; tomar las once con medio de blanco; comer despacio el ollón de berzas, patatas y tocino, en compañía de su ama de llaves; echar la siesta, en verano bajo un nogal y en invierno en la pajera; cenar al anochecer otro ollón como el del mediodía; dormir diez horas, y, por último, pasar una escoba ó un puñado de yerbas sobre el lomo de su ganado antes que lo llevaran por la mañana al pasto, y segar el retoño para el caballo que estaba á su cargo.

25 de abril. Ya hace algunos días que sabía que anoche teníamos que visitar a la señorita de Valency, el único retoño de esa ilustre familia y propietaria del castillo vecino.

El padre de don Silvestre, ya por no tener más que un hijo, ya porque viera en él, aguzándole un poco, un instrumento más para el triunfo de sus hollados derechos, determinó mandar á su retoño á la villa inmediata para que estudiara latín con un dómine de torva catadura y de tantas narices como fama, y no era chato.

Medítenlo, y ya conocerán que no hay mal ahora que no se derive de los pasados, como se deriva de la premisa la consecuencia; como nace el retoño de la raíz de toda planta antigua, si no se arrancó de cuajo y si no se extirpó; operación más difícil de lo que se piensa. No es esto afirmar que el estado de nuestro país sea delicioso, envidiable y floreciente. Nada menos que eso.

El salón de recepciones era el centro del jardín, alfombrado de naranjas que habían caído antes de sazonar. Germana, sentada en su sillón, fumaba cigarrillos yodados; el conde la miraba vivir; la señora de Villanera jugaba con el niño como una faunesa vieja y negra con su retoño bronceado. Los amigos se balanceaban en las mecedoras que se habían hecho traer de América.

... Ayer me dijeron lo que había pasado por la mañana en tu casa. Los dos guardaron silencio. Se habían arrimado á la paredilla, el uno al lado del otro. Demetria arrancó un retoño verde de la zarza y lo deshizo entre los dedos con la mirada fija en el suelo. Nolo con los ojos abatidos igualmente daba golpecitos con su nudoso garrote sobre las piedras del camino.

Entre esta fachada del edificio y nosotros se interponía otro muro más bajo que la amparaba en toda su longitud, y por encima de este muro se veía un carro de bueyes arrimado al edificio y paralelo a él; en el carro había una carga de heno «verde», según mi modo de ver, y según el más autorizado de Neluco, de retoño «seco»; y sobre la carga, un hombre de alta estatura que lanzaba con impetuoso brío grandes «horconadas» de ella a un boquerón de la pared, donde las recogía otra persona y las conducía más adentro.

Y su hijo, aquel retoño en el que había puesto sus esperanzas, el destinado a elevar la casa a su mayor gloria, el que había de ser personaje en Madrid, y al nacer encontraba el camino hecho, arrojaba por la ventana todo el trabajo del padre con el fácil abandono con que se pierde lo que no costó nada de ganar. ¡Bien se veía que no había conocido los tiempos malos!