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Isidora se puso las manos ante la cara con muestras de horror. «Es el trabajo más bonito añadió Miquis . Tonta, ¿por qué no se ha de hablar de esto? Si es la realidad, la ciencia... ¿Qué sería de la vida si no se estudiara la muerte? Nada me gusta como la Cirugía, chica. O he de ser un gran cirujano, o nada. Verás.

Cosas de la edad. A la juventud hay que dejarla divertirse. Por eso es tan elegante y tiene buenas relaciones. Pero no estudia ni hace nada de provecho dijo el comerciante, con la inflexibilidad de un hombre dedicado al trabajo. Ya estudiará; talento le sobra para ser sabio. Su padre fue un tronera y vea usted adonde llegó.

Andar bajo palio, hablar desde el púlpito y dar la mano a besar, le parecían mayores signos de prestigio que ir a caballo con música delante, espada en mano y batallones detrás; así que, cuando su padrino le dijo que estudiara para cura, su infantil imaginación acogió la noticia con una emoción muy semejante a la alegría. ¿Qué otra carrera había de darle un hombre entregado a servir medio de guía, medio de agente a los intereses y la parcialidad del clero?

Más os prefiero así que convertidas en señoras tramposas, que pierden hasta su honor por engañar al mundo. Y en cuanto a ese Rafaelito, o estudiará, haciéndose hombre de provecho, o lo arrojarás de tu casa.... Porque eso , hija mía: ¡yo no mantengo pigres! Al anochecer murió Juanito. La válvula vieja y gastada que parecía mugir dentro de su pecho fue aminorando lentamente el fatigoso movimiento.

Su tutor, y tío á la vez, decidió que no estudiara más, pues, para mayorazgo, bastante sabía; y porque, por otra parte, la soga no estaba para muchos tirones. Quedóse Silvestre en su lugar.

El padre de don Silvestre, ya por no tener más que un hijo, ya porque viera en él, aguzándole un poco, un instrumento más para el triunfo de sus hollados derechos, determinó mandar á su retoño á la villa inmediata para que estudiara latín con un dómine de torva catadura y de tantas narices como fama, y no era chato.

Será de edad de diez y ocho años: los seis ha estado en Salamanca, aprendiendo las lenguas latina y griega; y, cuando quise que pasase a estudiar otras ciencias, halléle tan embebido en la de la poesía, si es que se puede llamar ciencia, que no es posible hacerle arrostrar la de las leyes, que yo quisiera que estudiara, ni de la reina de todas, la teología.

Encargóme, sin embargo, que estudiara por mi parte otro plan para combinarlo con el suyo, con todo lo cual me conformé.

Hasta los dieciocho años había sido imposible hacerle aprender nada, ni persuadirlo de que estudiara una sola lección; pero avergonzado una vez al hablarle en francés una mujer, una niña, creyéndole conocedor de esa lengua, había cambiado de vida de la noche a la mañana: durante dos, tres años, nadie volvió a verle: entregado al estudio con el mismo ímpetu que dedicaba a lo malo, había recuperado rápidamente el tiempo perdido.