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Actualizado: 14 de mayo de 2025


La justicia de otros siglos, con sus procedimientos de violencia, resucitaba en plena civilización. Se desconfiaba del juez por culto y escrupuloso y se echaba mano del esbirro, pidiéndole que renovase los antiguos aparatos de tormento.

El balcón del gabinete daba al Parque: incorporándose en el lecho, veía detrás de los cristales las copas de algunos árboles que brillaban con la hoja nueva, rumorosa, tersa y fresca. Gorjeos de pájaros y rayos de un sol vivo, fuerte y alegre la hablaban de la vida de fuera, de la naturaleza que resucitaba, con esperanza de salud y alegría para todos.

Resucitaba en ella la antigua manía patronímica y gentilicia. ¡Tío, tío! ¡Sebastián, Sebastián! A ver: ¿a quién se parece Antonio? ¿Quién es Antonio? preguntó Marta. Pues, hija, el amo de la casa: mi hijo. Se llama Antonio, para mis adentros, desde el momento en que yo tuve cabeza para pensar en algo que no fuese el peligro y el dolor.

La ciencia le infundía respeto y miedo al vivir algo apartada de la religión; por eso creía ciegamente en sus prodigios, como el devoto cree en el inmenso poder del diablo. Otras veces resucitaba su incredulidad. La guerra sólo puede resolverse con soldados.

Su existencia fue cruel: siempre fugitivo a través de las naciones de Europa, arrojado de una a otra por la vigilancia policíaca, reducido a prisión o expulsado por la más insignificante sospecha. Era la antigua persecución de los bohemios en la Edad Media, el acosamiento de las gentes independientes, de vida vagabunda, que resucitaba en plena civilización.

Aquellos mármoles desnudos, aquellas formas tan correctas, eran un ideal que resucitaba, que se hacía necesario, porque la Edad Media había atronado la forma, había roto la proporción y este mal tenía que desaparecerTrabajó de continuo y lleno del mayor entusiasmo, vivió Luís de Vargas en Italia unos 28 años, según apuntan sus biógrafos, regresando al cabo á Sevilla, donde contrajo matrimonio.

Pero los instintos hereditarios reaccionaban en todos aquellos retoños de la montaña: resucitaba en ellos el gusto á la antigua vida y poco á poco abandonaban los trajes exóticos, agarraban la escopeta y volvían, como sus padres, á las comilonas, á la caza y hablar de ganancias de miles de duros, acordándose de su educación extranjera como de un sueño.

El señor José, al hablar de los rebeldes, sentía la cólera de un antiguo sostenedor del orden, moldeado por la disciplina. El guardia civil resucitaba bajo su blusa. Reconocía que todo estaba mal repartido y que el pobre sufría mucho. El mismo pasaba temporadas de horrible miseria, y su fin, cuando se sintiese viejo, sería mendigar en la calle o morir en el hospital.

Para él ya no existía el oficial; sólo quedaba el pobre vagabundo de años antes yendo de un hemisferio á otro en busca del sustento. «Joven...», repitió con un tono que resucitaba todas las castas y las gradaciones sociales de los siglos muertos, para que el interpelado se diese cuenta de la enorme separación entre su persona y la del hombre que se dignaba darle consejos.

Palabra del Dia

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