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El corazón cerrado a la piedad... ¡Si basta entrar allí para convencerse!... Estampas de reos liberales en las paredes, periódicos perversos de los que venden por las calles, comedias o noveluchas que lleva ese Millán de la imprenta y que permitís leer a Leocadia, libros malos... y en toda la casa no hay una imagen de la Virgen ni una cruz de palo... Yo no mando... Pues es necesario que mande Vd.

Esto se explica, atendiendo a que he residido siempre en una provincia donde por fortuna hace ya bastantes años que no se ha aplicado. Conocía algunos detalles de la ejecución de los reos sólo por referencia de los viejos, a los cuales no dejaba de mirar, cuando me lo contaban, con cierta admiración, mezclada de terror.

Bien es que nunca pueden pasar sus castigos de 50 azotes que este gobierno les permite, reservándose los castigos de los delitos mayores para entender en sus causas y sentencias, a excepción de las capitales, o que merecen pena a otros que a los reos, que se despachan a Buenos Aires con las sumarias.

Actuun 1. 18. REOS RELAJADOS EN PERSONA, O EN ESTATUA, que salieron en el tercer Auto del día 6 de Mayo de 1691. Miguel Martí del Arpa, negociante de oficio, natural y vecino de esta Ciudad, de edad de cincuenta años, reconciliado y preso segunda vez por judaizante relapso.

Las causas criminales se forman principiando una que se llama sumaria, el gobernadorcillo del pueblo donde ocurre el suceso que la motiva, instruyendo las primeras dilijencias, las mas veces ó casi todas en idioma del pais, por no saber el castellano, y con cuatro mal tomadas declaraciones á los reos, si los hay, da cuenta al alcalde mayor ó correjidor.

Parecía aquello la comida postrera de los reos de muerte.

A una cuadra está el templo y convento de la Compañía de Jesús, en cuyo presbiterio hay una trampa que da entrada a subterráneos que se extienden por debajo de la ciudad y van a parar no se sabe todavía adónde; también se han encontrado los calabozos en que la Sociedad sepultaba vivos a sus reos.

Esto no podemos imaginar sin que nos hagamos reos de lesa majestad con el grandísimo agravio con que se herirán sus corazones cristianos y Reales con el pensamiento de tan temeraria presunción.

Iba, pues, a auxiliar a los reos de muerte en la capilla y a darles conversación en la hora tremenda, hablándoles de lo tonta que es esta vida, de lo bueno que es Dios y de lo ricamente que iban a estar en la gloria. ¡Qué sería de los pobrecitos reos si no tuvieran quien les diera un poco de jarabe de pico antes de entregar su cuello al verdugo!

Lorenzo y Ricardo escuchaban a Melchor como reos ante una acusación irreducible, mientras Baldomero pensaba que su presencia era inconveniente en aquel momento, en que comprendía instintivamente que Melchor desempeñaba una función trascendental. Bueno, don Melchor, voy a dejarlos. ¿Ya se va, Baldomero? ¿no quiere una copita de coñac? Gracias, don Melchor, no tomo. ¡Tome!