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Los panditas ó sacerdotes se transmiten de unos á otros el conocimiento del idioma árabe, el que necesitan para sus prácticas religiosas; pero la masa total de la población habla mezcla confusa de visaya y árabe con palabras tomadas en cada punto de los pobladores que existían cuando el mahometano conquistase el territorio, constituyendo un idioma dificilísimo de entender por la algarabía consiguiente á la intercalación de palabras de distintos dialectos, según la localidad del que lo habla.

El fondo de escepticismo abraza también las cuestiones religiosas; raro es el bogotano del buen mundo que se lance, en una declamación contra los frailes, etc. Tienen la epidermis intelectual nerviosa y cualquier rasgo de mal gusto los irrita. Pero al mismo tiempo, hiperbólicos, exagerados, extremosos en todo. ¿Tienen una antipatía?

Nunca había dudado de las verdades religiosas aprendidas en la niñez; pero jamás había dado capital importancia a las misas y oraciones, ni había pasado en las iglesias más que el tiempo estrictamente necesario.

En España, lo mismo que en Francia y en Inglaterra , siempre que se fundaba una clausura de religiosas, se construía con arreglo á las necesidades de un monasterio mixto, por la indicada condicion de que habian de ser precisamente monges los que la gobernasen.

A los cincuenta había vuelto, sin instrucción, sin creencias religiosas y sin salud, pero con treinta o cuarenta mil duros, ganados en el fondo de una bodega vendiendo arroz y tasajo para los negros.

De esta clase es El sol de la fe en Marsella, de Reinoso, comedia cuyo objeto no parece ser otro, en las dos partes de que consta, que reunir en ella todas las extravagancias, vistas hasta entonces en las comedias religiosas: la Magdalena naufraga en las costas de Francia, llega á tierra por las olas con los pies secos, poco después aparece en el cielo entre los ángeles, en seguida otra vez en la tierra para convertir á los gentiles; luego, á su mando, se arruina un templo de Apolo y se levantan por mismas las columnas derribadas, y todo esto grosero y tosco, expuesto sin traza alguna, exornado por la fantasía con un lenguaje rebosando en todas las faltas del gongorismo, en una palabra, como si fuese la obra de un verdadero insensato.

Cuando alguna vez le había hablado de las prácticas religiosas, Álvaro había respondido con alguna invectiva grosera contra los clérigos de Peñascosa; a unos los consideraba idiotas, a otros malvados; de todos se reía a mandíbula batiente. Pero ¿qué podía decir de este muchacho tan bueno, tan estudioso, de costumbres tan puras y austeras?

Las procesiones y fiestas religiosas de entonces recordaban, por su magnificencia y lujo, los tiempos del conde de Lemos. Los portales, con sus ochenta y cinco arcos, cuya fábrica se hizo con gasto de veinticinco mil pesos, el Cabildo y la galería de palacio fueron obras de esa época.

En La encantadora Melisendra, este autor, famoso en su tiempo, no contento con los milagros vulgares de sus comedias religiosas, recurrió también á los grandes espectáculos y llamó á la magia en su ayuda.

María no había logrado infundir en ella el entusiasmo místico de que se sentía poseída, porque Genoveva no era de suyo inflamable, y una ignorancia supina la ponía a cubierto de toda suerte de entusiasmos; pero había conseguido con sus actos y pláticas religiosas despertar en ella el fanatismo que duerme siempre en el fondo de las almas vulgares e ignorantes.