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Actualizado: 27 de junio de 2025


Margarita de Navarra ofrecia un asilo á Calvino en su pequeña corte de Nérac, la duquesa de Etampes se declaraba mediadora entre el rey Francisco y los reformistas, las damas principales de la corte ridiculizaban la misa católica y se rebelaban contra el incómodo sacramento de la penitencia; los antiguos estudios teológicos, las sérias y profundas meditaciones de los doctores de los siglos XII y XIII se miraban como rancias sutilezas del escolasticismo.

La encabezan unos jóvenes tachados de demasiado reformistas y avanzados por no decir otra cosa, añadió el secretario mirando al dominico. Hay entre ellos un tal Isagani, cabeza poco sentada... sobrino de un cura clérigo... Es un discípulo mío, repuso el P. Fernandez, y estoy muy contento de él...

En otros países salen de las universidades y de las escuelas superiores los reformistas, los combatientes del progreso. Aquí sólo producen los centros de enseñanza un proletariado de levita ansioso de vivir, que asalta las profesiones y puestos públicos sin otro deseo que el de abrirse paso y que esta situación continúe.

S. E. se sonrió nerviosamente y contestó: ¿? pues razon de más para que continúe preso; un año más de carrera, en vez de hacerle daño, le hará bien, á él y á todos los que despues caigan en sus manos. Por mucha práctica no es uno mal médico. ¡Razon de más para que se quede! ¡Y luego dirán los reformistas filibusterillos que nosotros no nos cuidamos del país! añadió S. E. riendo sarcásticamente.

Desengáñese usted, yo no puedo menos de recordar con entusiasmo aquellas costumbres rancias, tan ridiculizadas por los modernos reformistas: ellas me nutrieron, entre ellas crecí y á ellas debo lo poco que valgo y el fundamento de esta familia que hoy me rodea, y, aunque montada á la moderna, respeta mis manías, como ustedes dicen, y me permite vivir cincuenta años más atrás que ella.

Puso manos a la obra, y en menos de diez minutos revoloteaban por el estudio más de una docena de moscas, llevando de una a otra parte el grito subversivo de «¡Muera el padre Bonnet!». La sedición prendió al punto por el amplio recinto, encontrando por todas partes imitadores y aun reformistas; uno puso en rojos papelitos «¡Viva la libertad!», otro se adelantó a poner «¡Abajo los jesuitas!», y un tercero, hijo de un emigrado, destrozó una caja de bombones para estampar en ligero papel azul el grito retrógrado de «¡Viva Carlos VII!»...

Emigró Ozores y doña Camila juró odio eterno al ingrato, y consagró, con la paciencia de los reformistas ingleses, un culto de envidia póstuma a la modista italiana que había conseguido casarse con aquel estuco. Anita pagó por los dos. El aya afirmaba en todas partes, entre interjecciones aspiradas, que la educación de aquella señorita de cuatro años exigía cuidados muy especiales.

Segun él, ciertas personas habían aconsejado á S. E. aprovechase la ocasion para inspirar el terror y dar para siempre una buena leccion á los filibusterillos. Unos cuantos afusilados, había dicho uno, unas dos docenas de reformistas, enviados al destierro inmediatamente y en medio del silencio de la noche, ¡apagarían para siempre los humos de los descontentos!

Sólo desde la ascensión al trono de Carlos III en 1759, Rey hasta entonces de Nápoles, educado en el extranjero y de inclinaciones reformistas, cobró alientos el partido, que daba el tono en la crítica para realizar sus propósitos con mayor extensión.

Palabra del Dia

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