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Actualizado: 17 de junio de 2025


Yo la amaba, aun cuando jamás le había declarado mi pasión; por consiguiente, ignorando la realidad, ella me había tratado como amigo sincero, según había sido mi deseo. Sin embargo, ¿por qué no había buscado mi ayuda? ¡Las mujeres son seres tan extraños, después de todo! reflexionaba yo. ¡Tal vez amaba a ese rústico hombre! Pasó una semana ansiosa, febril, y Mabel no daba señales de vida.

Cecilia, pálida, con la frente apoyada en una mano, reflexionaba en silencio, y yo, mirándolos a todos, calculaba que la situación era admirable, y esperaba con inquietud el rumbo que tomaría, y, sobre todo, el desenlace que llegaría a tener. El general fue el primero que rompió el silencio, tarareando una canción que le había entusiasmado.

¡Escúchame, hija mía!... Esta pasada noche reflexionaba... pensaba en ti... pensaba que yo era para ti todo lo que debo ser... todo lo que quiero ser... Soy una anciana enferma... Esa es mi excusa... Tus cuidados, tus buenos oficios me son preciosos, no lo oculto... sería para contrariedad muy grande verme privada de ellos. Pero, señora, yo absolutamente pienso...

Como él reflexionaba mucho, se estudiaba y se sumía en el abismo de su propia conciencia, procuró explicarse el singular fenómeno que en ella se estaba presentando.

Cuídate bien, porque sabes que no tengo más que á ti en el mundo y que si me faltases, todo habría acabado para tu viejo amigo...." La carta se deslizó de los dedos de Clementina y cayó sobre la alfombra. Aquella mujer reflexionaba.

Cuando D. Luis reflexionaba sobre todo esto, se elevaba su espíritu, se encumbraba por cima de las nubes en la región empírea, y la pobre Pepita Jiménez quedaba allá muy lejos, y apenas si él la veía.

Unos toreros le sonreían con sonrisa tentadora. Otros procuraban excitar su orgullo... El toro reflexionaba un rato. Luego hacía un movimiento de cabeza como diciendo: ¡No! ¡Nunca!... Este negocio no me conviene... Y seguía su camino, insensible a todos los requerimientos. Fue entonces cuando el viejo aficionado me dijo que ya no había toros: Ya no hay toros.

Recobrad vuestra calma, amigo mío; preparaos para el viaje, partid sin demora, haced volar los caballos hasta que Elena esté fuera del alcance de nuestros perseguidores. Mathys se había puesto de pie y reflexionaba. Una especie de sonrisa iluminó su fisonomía, mientras decía con precipitación: ¡, , partamos en seguida!... Vamos lejos, muy lejos, muy lejos.

Sólo la interesada reflexionaba sobre su propia situación, y a pesar de la atracción de que se sentía poseída, procuraba dominarse, ver claro y leer en el corazón de aquel hombre.

Sus manos temblaban de emoción y sus mejillas estaban surcadas por gruesas lágrimas. Marenval, en tanto, reflexionaba profundamente. Por fin el criado, viendo que su interlocutor no le hacía más preguntas, se atrevió á formular una á su vez. Si el señor me permitiera preguntarle por qué razón vuelve sobre ese triste pasado.

Palabra del Dia

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