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Actualizado: 17 de junio de 2025
Cuando la buena señora se quejó suavemente de este proceder, Salabert negó en redondo, no sólo sus miradas y sonrisas, sino toda relación con aquella mujer. No la conocía más que de vista. Jamás había hablado con ella. En el teatro Real lo mismo. Amparo se obstinaba en mirar toda la noche al palco del duque.
Allí le encontraron ellas, y se pusieron a darle bromas, a decirle cosas... amos... cosas que se dicen y que no eran para ofenderse. Total: que el pobre vejete mal pintado se hubo de incomodar, y al correr tras ellas con el palo levantado para pegarles, pataplum, cayó redondo al suelo.
Maximiliano no cayó redondo por milagro de Dios... Dijo ¡ah!... y se quedó como una estatua. Tampoco ella chistaba nada y sus miradas caían al suelo como pesas de plomo.
Los dos habían sido muy buenos amigos. El cochero celebraba sus picardías de animal viejo y brioso; tenía orgullo en decir que era muy bravo y sólo por él se dejaba manejar, y ahora estaba allí tendido de costado sobre el estiércol, inmóvil como carne muerta, agitando alguna vez con ronco estertor el redondo pecho y levantando un poco la cabeza para lanzar en torno suyo la mortecina y lacrimosa mirada.
Cuenta conmigo; yo cuento con el azar. Dicen que soy un hombre ligero; ¡tanto mejor! Así volveré a flote. La pobre mujer enjugó sus lágrimas y le dijo: ¡Bien, amigo mío! ¿Es que quieres trabajar? ¡Yo! ¡Ni por pienso! Esperaré la Fortuna; es una caprichosa y se ha portado siempre muy bien conmigo para que se despida así en redondo y para siempre.
«Aquel Frígilis, el de los eucaliptus, había tenido la culpa. Se lo había metido por los ojos. Y hacía ocho años y todavía pensaba en esta mala pasada de Frígilis como si fuera una injuria de la víspera. ¿Y si se hubiera casado con don Frutos Redondo? Acaso le hubiera sido infiel. ¡Pero aquel don Víctor era tan bueno, tan caballero!
En lugar de gobernar al SE. te dirigirás al NE. porque vamos a virar en redondo y a dirigirnos a Nantes o a Saint-Malo. El hecho es que Kernok había tratado de desviar al capitán difunto del tráfico de los negros, no por filantropía, ¡no!, sino por un motivo bastante más poderoso a los ojos de un hombre razonable.
Lo sé de buena tinta.... Quintanar debe de haber mandado a estas horas sus padrinos a don Álvaro. ¡Padrinos! ¿por qué? preguntó Redondo. ¡Bah! Está usted buen cazurro. Demasiado sabe usted por qué. La verdad es que aquello era un escándalo. Joaquín Orgaz defendió a don Álvaro. Pero Foja no atacaba a Mesía, atacaba a don Víctor que había consentido tanto tiempo aquella desvergüenza.
El descubridor, alarmado por los insufribles calores que le salían al encuentro, vio en ellos una confirmación indiscutible de las opiniones de los hombres doctos de su época, y volvía la proa a Poniente, no osando avanzar más en el temido Austro. Una gran sorpresa le esperaba. El mundo no era redondo, como habían creído Ptolomeo y otros.
Inesilla les servía. El alférez devoraba con los dientes una pechuga de perdiz, y con los ojos el redondo cuello y el alto seno de la muchacha, soltando uno que otro guiño y una que otra frase que la joven recibía sonriéndose. ¿Y qué decís de esto? dijo entre un bocado, un guiño y una galantería soldadesca á la muchacha el alférez.
Palabra del Dia
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