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Actualizado: 26 de junio de 2025
Mi Susana, que ya no es más que un ángel, ha recibido a Dios, este último lunes, con el aparato ordinario de esta santa y terrible ceremonia; yo creí que se hubiera trastornado algo, pero, por la gracia de Dios, ni se asustó, ni sufrió su semblante la menor alteración; al contrario, ha redoblado su tranquilidad y su alegría; todo el día pareció transparentarse en su mirada cierto fondo de dicha: la noche antes nos dijo: «Hablemos de mi tranquilidad; yo he hecho cuanto he podido por mi conciencia, y todo lo que he podido por mi salud.
El mozo la oyó con rostro entre abatido y atónito; y así que se convenció de que se le condenaba al ostracismo, salió de la estancia a paso redoblado. La tullida se inclinó hacia su hija cuanto pudo para decirle: Mira que le debemos cuartos. Se los restregaré por la cara respondió Amparo con magnífico desdén.
Ello es que estas caricias menudeaban tanto, que no hago memoria de si recibí alguna en aquella ocasión: lo que sí recuerdo es que mi señor, a pesar de haber redoblado sus amabilidades, no consiguió ablandar a su consorte. No he dicho nada de mi amita.
En este canto te trata de la toma y robo del puerto de Santos y San Vicente y de los insultos y maldades que allí hizo el Capitan Tomas Candish, Señor de Mitiley, y Capitan General de la Reina de Inglaterra. Si solo viene el mal, decir se suele Bien vengas mal; mas siendo acompañado, Mas grave es el segundo, y aun mas duele El golpe, cuando viene redoblado.
Además, como se preparaba para larga peregrinación, aunque sin saber adonde, y como a pesar de que pensaba a menudo en el suicidio no pensó en que fuese por hambre, ya que en medio de sus mayores pesares y quebrantos nunca había perdido el apetito, tomó sus alforjas, colocó en ellas alguna ropa blanca y los víveres que pudo hallar, se las echó al hombro y se puso en camino, a paso redoblado, casi corriendo, como si enemigos invisibles le persiguieran.
¡Estudiáis para clérigo! dijo haciendo un mohín de repugnancia la comedianta, á tiempo que salía Montiño de la alcoba. Ha ahorcado los hábitos dijo Quevedo saliendo tras Montiño. ¡Ah! he ahí una justicia que me agrada; y eso que no puedo ver á un ahorcado sin tener malos sueños. ¿Y qué diablos hacéis ahí, hijo Manolillo, doblado y redoblado? dijo Quevedo.
Con esmero redoblado y gusto exquisito escogió una toilette elegantísima, con ese estudio de los pequeños detalles que se observa en los grandes genios y acredita en ellos el conocimiento práctico del terreno que pisan.
Palabra del Dia
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