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Al recibidor de maderas de míster Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Deseado, un viernes santo... ¿Viernes? , o jueves... El hombre estiró lentamente los dedos de la mano. Un jueves... Y cesó de respirar. El cachorro Old salió por la puerta y atravesó el patio con paso recto y perezoso.

Un poco... por distraerme... Y Lola se atusó el negro flequillo, cortado recto a un dedo de distancia de las cejas, que la asemejaba a un paje de la Edad Media, realzando su cara descolorida de hija de los trópicos y sus grandes ojos, infantiles, pero de niño malicioso y precoz.

El doctor pasó la noche en un cuarto de paredes enjalbegadas cubiertas de estampas de santos, y con un crucifijo sobre la cama. La hospedería era como una antesala del convento. A las seis de la mañana salió del pueblo, siguiendo el camino recto que atravesaba con geométrica rigidez el valle de Loyola.

Su celebro folleto «A las señoras católicas», publicado en vísperas de unas elecciones, había dado que hablar hasta en el Congreso de los Diputados. Era un hombre de lucha que iba recto á su fin, atropellando las doctrinas religiosas para defender la religión. En su folleto tronaba contra el lujo de las mujeres y el dinero que desperdiciaban en la caridad.

Tal mortal afortunado fué nuestro amigo Martinán. Este incansable polemista iba en camino recto de hacerse rico. El consumo de su taberna había crecido de modo tan prodigioso que ya no le bastaba el vino y aguardiente que por el puerto de San Isidro le traían los arrieros de León; él mismo se vió necesitado á hacer algunos viajes á Palencia y traer algunos carros bien cargados.

Entre nosotros, Florencio Varela, el hombre de tacto político, el hombre de recto juicio y de tino práctico, era tambien poeta.

25 Ahora pues, henos aquí en tu mano; lo que te pareciere bueno y recto hacer de nosotros, hazlo. 26 Y él lo hizo así; que los libró de la mano de los hijos de Israel, para que no los matasen. 27 Y Josué los constituyó aquel día por leñadores y aguadores para la congregación y para el altar del SE

Don Braulio era en el suyo, aunque limpio, harto descuidado. Su levita y su sombrero tenían la forma en moda hacía ocho o diez años. Su corbata negra estaba algo raída, y el cuello de la camisa, recto y sobrado grande, le llegaba casi hasta las orejas. Beatriz se había medio peleado con su marido para obligarle a llevar más bajos los cuellos y a comprar nuevo sombrero y nueva levita.

Este recto y majestuoso caballero tenía la costumbre desde tiempo inmemorial de hacer la tertulia por las noches a D.ª Teodora. Cuando ésta venía a la de su amiga D.ª Eloisa, lo cual sucedía una o dos veces por semana, la acompañaba juntamente con el criado.

Pues bien, si los hubiese, grandes ó pequeños, en una posicion ú otra, en una parte ú otra, ¿no es verdad que se podria tirar una perpendicular desde el vértice del ángulo recto á la hipotenusa? Es claro. Pues yo no quiero decir otra cosa; sino que en todo triángulo rectángulo sea cual fuere, se puede bajar esta perpendicular. Pero se entiende que V. no habla de los que no son..... ¿no es verdad?