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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Tenía notado que el agua fría vertida por la nuca le daba mucho valor y le reconciliaba con la vida; le repugnaba esta dependencia del espíritu con respecto de la materia, pero tenía que reconocerla.

Después de separarse del médico, el capitán del buque con destino á Brístol empezó á pasearse lentamente por la plaza del mercado, hasta que, acercándose por casualidad al sitio en que estaba Ester, pareció reconocerla y no vaciló en dirigirle la palabra.

Para él aquellos nuestros amores no fueron más que amoríos. ¿Cómo pues me atreví a considerar posible que Juan Maury, dieciocho o diecinueve años después, había de llegar a saber que había tenido de una hija y había de estar tan seguro de ello que se allanase a reconocerla?

Creyó reconocerla de lejos en una señora que atravesaba la verja por la entrada de la rue Pasquier. Le parecía algo distinta, pero se le ocurrió que las modas veraniegas podían haber cambiado el aspecto de su persona. Antes de que se aproximase pudo convencerse de su error. No iba sola: otra señora se unió á ella.

Este dia salí, aunque con trabajo, á la Punta Rubia á reconocerla, y puse una baliza sobre un cerro, por la cual se conoce cuando se halla en la canal entre los bajos y tierra firme, y mandé algunos marineros á cazar, porque nos hallamos faltos de carne, á los que se les dieron algunas balas de fusil.

Al otro día sobrevinieron albañiles y todo género de artistas, y empezaron a trabajar en la casa, y a las dos semanas no había persona que pudiese reconocerla, según que había sido de compuesta y trastrocada, y pintada, y rejuvenecida; habíase quitado la antigua piedra de armas y puéstose en su lugar otra, y el jardín se había desbrozado, y poblado de estatuas y fuentes, y de tal manera que se había hecho de él, antes selvático, intrincado y desapacible, una verde y hermosa delicia.

Aquel viaje de la víspera del Año Nuevo era un acto de venganza premeditada que su corazón siempre había alimentado desde el día en que Godfrey, en un acceso de cólera, le había dicho que antes preferiría morir a reconocerla por su mujer. Debía haber una gran fiesta en la Casa Roja la víspera del Año Nuevo, ella lo sabía; su marido sonreiría y le sonreirían.

¿Qué es esto?... ¿Qué es lo que pasa? ¡Mi hija!... ¡Dios mío! clamó Osuna, apresurándose a reconocerla. Oiga usted, ¡sucio, canalla, desorejado! profirió D. Peregrín, dirigiéndose al excusador. ¿Qué situación es ésta para un sacerdote? ¿No se le cae la cara de vergüenza?

Los hermanos de Poldy dejarían de reconocerla por hermana, sus tíos y tías, por sobrina, y toda la hig-life vienesa de dieciséis cuarteles, la expulsaría de su seno como individuo degradado y corrompido. Al pensar Poldy en esto, los cabellos se le erizaban y temblaba y tiritaba todo su cuerpo como si discurriese por él el frío que precede a la calentura.

Pero casi todas, para no romper enteramente con la majestuosa tradición, habían añadido al faldellín de moda una cola estrecha y aguda como una lengua, que seguía sus pasos. Una dama salió al encuentro de Lubimoff, y éste tardó en reconocerla. ¡Hacía tantos años que no había visto á Alicia vestida de soirée!

Palabra del Dia

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