Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 28 de junio de 2025


Le mostró retratos suyos que databan de algunos años. Ulises tardó en reconocerla al contemplar la fotografía de una japonesa delgada, jovencita, envuelta en un kimono sombrío. Soy yo, cuando estuve allá. Nos interesaba conocer la verdadera fuerza de ese pueblo de hombrecitos con ojos de ratón. El otro retrato aparecía con falda corta, botas de montar, camisa de hombre y un fieltro de cow-boy.

32 Y vituperaron entre los hijos de Israel la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella, son hombres de gran estatura. 1 Entonces toda la congregación alzaron grito, y dieron voces; y el pueblo lloró aquella noche.

El cual, no parándose a reconocerla, se la colgó en un abrir y cerrar de ojos, sepultó la mano en el bolsillo del chaleco, y sacando un puñado de monedas de plata, las desparramó sobre el mármol, exclamando: «para los mozosLa acción fue tan rápida, que algunas rodaron, y después de danzar sobre la lisa superficie, vinieron a aplanarse con sonoro tañido.

Pero en vano tosía ó cantaba entre dientes para atraer su atención, adoptando posturas interesantes; el viajero aéreo se resistía á reconocerla, batiendo con apresuramiento sus alas para alejarse lo más pronto posible. ¡De qué le sirve á una ser hermosa y vestir bien, si no recibe visitas y está condenada á vivir al margen de la sociedad! decía Eva amargamente.

En el resto del día prestaba servicios en la taberna del pulpitillo. Había venido tan a menos en lo físico y en lo económico, que a su antiguo tertulio le costó trabajo reconocerla. «¿Y la otra?...». porque esto era lo que importaba. vii Santa Cruz tardó algún tiempo en dar la debida respuesta. Hacía rayas en el suelo con el bastón. Por fin se expresó así: «Supe que en efecto había...».

El guapo recorrió el salón en todas direcciones por ver si descubría entre las máscaras á su querida. Tenía la seguridad de reconocerla. Mientras se dedicaba á esta caza sabrosa sin resultado, alzóse súbito gran tumulto.

Las más insignificantes particularidades de su traje o de sus ademanes, el aroma exótico de que se perfumaba y que me habría hecho reconocerla a ojos cerrados, hasta los colores que había adoptado últimamente, el azul que le estaba tan bien y que tanto hacía resaltar la nítida blancura de su tez.

Pero ¿cómo acogerla cuando su razón, su pasión, todo su ser quería y debía necesariamente querer el castigo? Entonces oía estas otras palabras, con tanta claridad y tan firmes, como cuando ella las había proferido: «La verdad es una: el reconocerla en absoluto vale poco, y en ello no hay mérito si no lo afirmamos contra nuestros propios intereses...»

Llegó por fin el tal pajecillo junto a él, y, apeándose de la cabalgadura, encogido y lloroso, demandole una y otra mano para besárselas. Era Casilda, con ropas de lacayo; pero sus pestañas, su guedeja y todas sus facciones estaban tan cubiertas de polvo, que Ramiro tardó en reconocerla.

Había creído reconocerla de espaldas el día anterior, y ahora estaba seguro de que hubiera seguido adelante con indiferencia al verla de frente. En realidad, ¿era la misma que acompañaban los dos oficiales ingleses?... Parecía mucho más alta que la otra, con una delgadez que hacía clarear su cutis, dándole una transparencia enfermiza.

Palabra del Dia

metropolitanos

Otros Mirando