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Actualizado: 17 de junio de 2025
El esfuerzo que exigía la cuesta la excitaba; se sentía calenturienta; de sus mejillas, entonces siempre heladas, brotaba fuego, como en lejanos días. Subía con una ansiedad apasionada, como si fuera camino del cielo por la cuesta arriba. Después de un recodo de la senda que seguía, Ana vio de repente nuevo panorama; Loreto quedó invisible.
Distraídos en la contemplación de la ribera que teníamos á babor, dejamos el poético pueblecito de Pandacan, doblamos el recodo de las Beatas así llamado, por haber existido en aquel lugar, un piadoso establecimiento de monjas, y no sin trabajos, en los que hubo que emplear el tiguin para evitar los cientos de salientes que forman las revueltas del Pasig, nos pusimos á la altura de la sólida iglesia del pueblo de Santa Ana, teniendo también dentro de nuestro horizonte visible, el remate del torreón de la de Paco.
El viento soplaba más recio en la travesía de Santa Bárbara que en ningún otro paraje de la población. Esta vía, abierta entre el palacio del obispo y las tapias de un patinejo de la catedral, donde viene a caer la cadena del pararrayos, pasa a su terminación por debajo de un arco y forma lóbrego recodo en que el huracán se encalleja y clama y se lamenta en noches tan infernales como la presente.
Cuando el viaje es largo los peligros aumentan. Como jamas se varía el mayoral ni el delantero, que son los pilotos de la diligencia, el sueño los domina á veces, y con frecuencia el coche vuelca y se despedaza, se estrella en un recodo, ó se precipita en un desfiladero, sucediendo no pocas desgracias.
La casa se esconde, en efecto, y no puede verse ni desde las afueras del pueblo. Está construida en un recodo del valle, y dominada en todas direcciones por los árboles, por otras edificaciones y por el campanario.
Allí pasaba cierto día Beatriz sus ensueños, y era una ardiente mañana de julio, a fines, cuando vio aparecer en el recodo del vecino sendero a la vizcondesa de Aymaret, que le dijo en festivo tono: ¡Estaba segura de encontrarte en la alameda de los suspiros!
Al contrario respondióme : en cuanto doblas el recodo, vuelven a encalabrinarse los picachos a la vera del río, tan pronto a un lado como a otro, cuando no a los dos a un tiempo.
Ya se lo decía yo todos los días: «Andate con cuidado, que Lisandro no llega; se queda no más en el último recodo». El de Petronila está con ella allá, en Europa, en una legación. Si le declaran disponible, se tendrán que venir no más. ¿Y cómo ponen casa? ¿Con qué? Además.
A la legua, á la parte del N, salieron unos 50 indios Mataguayos; díles tabaco y unas gualcas, y quedaron contentos. Paramos este dia en un recodo que hace el rio á la parte del S. Anduvimos 18 leguas: la sonda, por lo menor, seis cuartas, lo mas cuatro varas. Llaman á este parage la Esqina: las orillas del rio son campos y cejas de montes.
Palabra del Dia
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