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Actualizado: 23 de julio de 2025
Era una ciencia más intuitiva que adquirida a fuerza de estudio, como acontece a todos los grandes hombres. Al principio, cuando iba a escribir en El Faro sobre un tema que no conocía, mostrábase receloso, vacilante, tímido.
Miró a todos lados, como si fuese a cometer un crimen, muy receloso de que alguien pudiera verle, y convencido ya de que su soledad no podía ser mayor, metió la mano en las alforjas y sacó de aquí una blanca rosquilla y un bulto envuelto, bien envuelto, en un antiguo número de El Imparcial. ¿Qué había en este envoltorio? El historiador no debe ocultar nada.
Sentados todos de nuevo en el corro, el poeta favorito de la Condesa, a quien llamaremos Arturo, dió conversación a Inesita, sin que dejasen de hablar también con ella otros galanes. Don Braulio, si bien sobresaltado ya y receloso de empezar a hacerse célebre por su mujer, habló con los señores más serios y machuchos.
Por ella, que lo destruyesen todo, que se llevaran prisionero hasta al mismo príncipe soberano, y si encima los invasores le devolvían lo que había perdido, mejor que mejor. De pronto, como si le sirviesen de aviso estas caritativas fantasías de Lubimoff, fijó en él unos ojos escrutadores, unos ojos de enfermo receloso que adivina en el vecino sus mismos síntomas. Tú has jugado.
Pecado miró con receloso espanto la hilera de cabezas que en el borde de la tapia se le aparecía, y ante aquella visión de pesadilla se sintió domeñado, aunque no cobarde. Terrible coro de amenazas e injurias brotó de aquella fila de bocas, y más de cincuenta brazos se extendían rígidos por encima de la tapia. Pero el alma de Pecado se componía de orgullo y rebeldía.
Receloso estaba Cervantes, sospechando lo que acontecía, esto es, que testigos había habido de su repentino e inevitable delirio; y no sospechando nada de esto por su inocencia Margarita, y dominando cuanto pudo las huellas que en su semblante quedaban del frenesí de amor que por ella había pasado, con voz dulce y enamorada dijo: Pues lo que contar de mis desdichas queda es tan breve, señor de mi alma, que muy presto habré terminado; mucho antes quizá de que doña Guiomar venga; que Dios sabe cuán largos pueden ser los asuntos por los que la Inquisición la busca.
Se recostó descuidadamente en uno de los brazos del canapé y, por encima de su abanico que agitaba lentamente, se quedó contemplando a Delaberge con la sonrisa en los labios. Este, ya receloso y colocado en actitud defensiva, estudiaba detenidamente el rostro de su vecina. Pronto sintióse tranquilizado por completo.
Otra alabanza, no obstante, merece también el libro del señor conde, que yo consignaría aquí aunque no quisiera, ya que la calidad envidiable que en el libro alabo me sirve de fundamento para cuanto voy a decir, y aun para mucho que yo diría y que me callo, receloso de fatigar a los lectores.
Esto hace sospechar que, aunque Mariana fuese un prodigio de actividad y de orden, no consentiría tampoco en abandonar la dirección de los asuntos interiores como de los exteriores. Su carácter receloso y sórdido le hacía preferir siempre el trabajo al descanso. Quisiera tener cien ojos para ponerlos todos sobre los objetos de su pertenencia.
El moreno y hermosísimo semblante de la condesa estaba embellecido por el color febril de una excitación extraña; el amor, pero un amor lastimado, ofendido, receloso, entumecía sus ojos fijos en Quevedo.
Palabra del Dia
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