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En los más se dicen las misas a un tiempo, de modo que los que tienen éstos u otros impedimentos no pueden oírla; como tampoco los que el pueblo tiene empleados en guardar los chacareríos, que, como los robos se recelan de noche, y la misa se dice temprano, no pueden venir a oírla, lo que podrían hacer si la misa mayor se celebrase a una hora regular, que aunque estuvieran toda la noche en su ocupación tenían tiempo desde que amanecía de venir a misa sin ningún recelo.

Hasta entonces yo había pedido a los amigos; desde aquel momento pediría a todo bicho viviente, iría de puerta en puerta con la mano así... Del primer tirón me planté en casa de una duquesa extranjera, a quien no había visto en mi vida. Recibiome con cierto recelo; me tomó por una trapisondista; pero a , ¿qué me importaba?

Para servir a usted respondía el interrogado, con cara de recelo. Acto continuo le asaltaban los caciques; y después de abrazarle y sobarle mucho, Tenemos el gusto le decían de presentarte a nuestro candidato, el señor don Simón de los Peñascales, «persona independiente, con treinta mil duros de renta y mucho talento».

Presentóse éste, pálido, desencajado, estropeado completamente en cuerpo y traje; miró al entrar con recelo en torno suyo, y dijo con grande misterio: ¿Podrá escuchar alguien lo que voy á decir á vuecencia? Nadie, Montiño, nadie contestó el duque . ¿Pero qué sucede? Sucede, señor... En primer lugar, la Dorotea me envía.

Mientras permaneció sin conocimiento, con su cabeza recostada sobre un almohadón de seda lila, la señora Percival estuvo arrodillada a su lado, y pienso que me miraba con considerable recelo, pues, ignorando lo sucedido, creía que yo era el causante.

Toda su fuerza de voluntad no había podido borrar aquellas dos señales de las lágrimas y del insomnio. Pero Dorotea sabía que tenía aquellas señales y estaba tranquila. Don Juan entró con recelo; esperaba un recibimiento terrible. Pero se sorprendió al ver que Dorotea se levantaba solícita, salía á su encuentro y le abrazaba.

Pero todas las madres de niñas casaderas las adoraban, no se hartaban de bendecirlas y adularlas. Saludábanlas de media legua, y al salir de la iglesia se apresuraban a ofrecerles el brazo para que se apoyaran. En cambio, las que tenían algún hijo varón en edad de casarse solían mirarlas con recelo y antipatía, las llamaban por lo bajo chochas y entremetidas.

Últimamente despues de haber hecho grandes daños en toda la Provincia, se hicieron fuertes en las ruinas de la antigua Casandria, uno de los mejores puestos de toda la Provincia, por estar vecino al mar, y toda la comarca de aquel cabo fértil y apacible, por los muchos senos, y entradas que el mar hace y de donde fácilmente, ó por lo ménos con más comodidad que de otro cualquier lugar, podian hacer sus entradas la tierra á dentro, y tener á Tesalónica cabeza de la provincia en continuo recelo de su daño.

Marqués respondió Germana , esta señora quiere llevarte a París. ¿Quieres irte con ella? Por toda contestación el niño se echó en brazos de Germana, y dirigió una mirada de recelo a la señora Chermidy. Le queremos todos dijo Germana. Usted también, señora. Es una habilidad. Es natural. Se le parece mucho a su padre. Mírame bien dijo la viuda a su hijo . ¿No me reconoces? No. Soy tu madre. No.

Pero desechando el disimulo, recelo que V. no me instruye tanto sino para no responder á mis preguntas sobre sus proyectos de V. acerca de Clarita.