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Actualizado: 17 de julio de 2025
Sin duda al restaurarla después de la destrucción causada por un rayo, se habían acortado sus dimensiones. Tenía entendido que Sarrió poseía una iglesia muy bella, estilo plateresco... Por tres veces había dado recados en voz baja al criado, y otras tantas había recibido de éste respuestas, también en voz baja. Llegó el momento del café.
De todos modos va con su ama a visitas, a misa y a paseo, le lleva y le trae recados, y procura tenerla al corriente de cuanto pasa en el lugar. A esto de saber vidas ajenas y de murmurar, menester es confesarlo, hay una deplorable afición en las hidalgas y ricas labradoras de por allí.
Su posición junto a tan noble familia era entre amistad y servidumbre, pues si Barbarita le sentaba a su mesa muchos días, los más del año empleábale en recados y comisiones que él sabía desempeñar con exactitud suma.
De abogado no tenía autoridad, y lo dejaban solo: de sacerdote tendría la fuerza de la Iglesia, y volvería a España, y daría los recados del cielo, y si la corte no acababa con el asesinato, con el tormento, con la esclavitud, con las minas, haría temblar a la corte.
Seguía visitando la casa con mucha frecuencia, pero siempre a la hora de costumbre, que rara vez alteraba por más que doña Gertrudis le moliese muchos días a recados, suplicándole se personase acto continuo en su alcoba. Don Máximo concluyó por despreciar profundamente las enfermedades de su noble cliente, y calificarlas públicamente en la botica adonde solía asistir de cajigalinas de mujeres.
Había que verla en tales momentos, entrar y salir en las habitaciones, recibir recados, pronunciar órdenes y darse aire de pariente. Sus esperanzas no quedaron fallidas. La duquesa viuda no pensó que un sepulcro abierto la eximía de permanecer fiel a sus principios de contradicción doméstica, y otorgó el consentimiento a su hijo, realizando así contra el duque un acto de oposición de ultratumba.
Quien habló con él fue una mujer que entraba a verle con frecuencia y que le traía y llevaba recados de la señora doña Inés López de Roldan, sin duda para los negocios y obras de caridad que ellos trataban y hacían juntos. La interlocutora de don Andrés, ya comprenderá el lector que fue Serafina.
Tengo que subir, me están necesitando a cada paso... con la desgracia de hoy, hay mil recados...¿Quiere usted algo, señorita? Nada....
Se llama a la mujer del zapatero. ¿Hay un convite que necesita aumento de brazos en otra parte? ¿Hay que dar de prisa y corriendo ropa a lavar, a coser, a planchar, mil recados, en fin, extraordinarios? La mujer del zapatero, el zapatero.
La muchacha corrió ligera a vestirse. Pues como indiqué a usted, señora condesa... dije, reanudando mi interrumpida conferencia diplomática. Haga usted cuenta de que no ha indicado nada, caballero. Todo es inútil. Si el objeto de su visita es traerme recados o proposiciones de la condesa, puede usted retirarse. La señora condesa se apresura a conceder a usted... No quiero que me conceda nada.
Palabra del Dia
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