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Actualizado: 29 de junio de 2025
Regía allí la ley de razas, si no por colores, por posiciones o categorías, y se guardaban las distancias hasta en la casa de Dios, único punto de la tierra en que es un hecho la decantada igualdad social, menos cuando se trata de esos ridículos términos medios entre la confusión de las grandes poblaciones y la tranquila sencillez de la vida campestre.
Mientras los pueblos del Norte diezmábanse en guerras religiosas y vivían en una barbarie de tribu, la población de España se elevaba a más de treinta millones, revolviéndose y amasándose en ella todas las razas y todas las creencias, con una infinita variedad engendradora de poderosas vibraciones sociales, semejante a la del moderno pueblo americano.
Existen, dicen los filósofos naturalistas, razones fisiológicas que explican y determinan este fenómeno, como todos los demás de la vida. No lo dudo. El hombre se halla enteramente sometido á las fuerzas que obran en el seno de la naturaleza, las cuales, á par que engendran, limitan el desarrollo de los individuos y las razas.
En toda la áspera relación de sus aventuras no hay un solo pasaje, si no me engaño, exceptuando éste, en que su corazón se sienta conmovido. Guerra á las razas marinas. Recapitulando lo que antecede y la historia de todos los viajes, experiméntanse dos encontrados sentimientos: 1.º Admiración por la audacia y el ingenio con que el hombre ha hecho la conquista de los mares, subyugando su planeta.
Como se ve, las dos razas principales de Europa, segun las modernas denominaciones generales, que han vivido en profundo antagonismo durante muchos siglos, por no decir durante toda la era cristiana, coexisten en Suiza sin lucha ni colision alguna en el momento actual.
Los principales libros de Sarmiento son: Facundo, traducido a varios idiomas y repetidamente editado; Recuerdos de provincia, Educación popular, Conflictos y armonías de las razas en América; podrían ser incluídos entre los productos de su ingenio las ocurrencias y gestos recogidos por el nieto en su Sarmiento anecdótico.
Si este personaje me hubiese llevado a la cumbre de una montaña en Palestina, en una noche de luna llena, y desde allí, mostrándome ciudades, razas e imperios adormecidos, me hubiera dicho sombríamente: «Mata al Mandarín, y todo lo que ves en valles y colinas será tuyo», yo le habría replicado, siguiendo un ejemplo ilustre, con la mano levantada hacia las inmensidades consteladas. «¡Mi reino no es de este mundo!»
No hay una ciudad que revele tanto como Valencia la lucha de siete siglos en que estuvieron tenazmente empeñadas dos razas y dos civilizaciones abiertamente opuestas.
Allí estaban las jardineras: hermosas unas, con la esplendidez de las vírgenes morenas; viejas y arrugadas otras, con esa fealdad de bruja que es final rápido e inesperado de la belleza de las razas meridionales. Acostumbradas todas ellas a la vida común con las flores, tratábanlas con confianza ruda y desdeñosa.
Es que las razas llamadas latinas en Europa, tienen por distintivo esencial de su carácter la abnegacion, el heroismo y la iniciativa espiritual; y la nacion francesa, que á pesar de sus defectos políticos, es la primera en todo lo que es generoso y magnánimo, ha adquirido un inmenso é indestructible prestigio sobre los pueblos que se le asimilan.
Palabra del Dia
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