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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Las tres largas notas repercutieron en los ecos de la montaña con un son legendario. La criada fuele conduciendo por una serie de cuadras sombrías. Por fin, al llegar ante una puerta entornada, Ramiro oyó un coro de mujeres que invocaban plañideramente a Santa Quiteria y a Santa Catalina. Entraron.
Y Tirso de Molina, en el acto III de Por el sótano y el torno, hace decir a Santillana, escudero viejo, cuando se dispone a dejar de servir a su ama, porque le ha reprendido: «¡Miren, porque la doy luz de amantes embustidores! QUITERIA. ¿Quién es doña Escalera? D.ª TORRE. Vna criada. QUITERIA. ¿Con don? D.ª TORRE. Sí, que autoriza una donada.»
Quiteria era de Basilio, y Basilio de Quiteria, por justa y favorable disposición de los cielos. Camacho es rico, y podrá comprar su gusto cuando, donde y como quisiere. Basilio no tiene más desta oveja, y no se la ha de quitar alguno, por poderoso que sea; que a los dos que Dios junta no podrá separar el hombre; y el que lo intentare, primero ha de pasar por la punta desta lanza.
Es este Basilio un zagal vecino del mesmo lugar de Quiteria, el cual tenía su casa pared y medio de la de los padres de Quiteria, de donde tomó ocasión el amor de renovar al mundo los ya olvidados amores de Píramo y Tisbe, porque Basilio se enamoró de Quiteria desde sus tiernos y primeros años, y ella fue correspondiendo a su deseo con mil honestos favores, tanto, que se contaban por entretenimiento en el pueblo los amores de los dos niños Basilio y Quiteria.
Oyendo lo cual don Quijote, dijo entre sí: -Bien parece que éstos no han visto a mi Dulcinea del Toboso, que si la hubieran visto, ellos se fueran a la mano en las alabanzas desta su Quiteria.
En fin, él da tales muestras de tener apasionado el corazón, que tememos todos los que le conocemos que el dar el sí mañana la hermosa Quiteria ha de ser la sentencia de su muerte.
Muy pronto, el día de Santa Rita y Santa Quiteria, debía Ramiro salir para Salamanca. Una vez allí, y al cabo de algunas semanas, comunicaría a su madre las disposiciones de su ánimo. Quizás al hallarse en aquella ciudad asombrosa, «pasmo del orbe», entre los vivientes dechados de piedad y sabiduría, su corazón le empujara irresistiblemente hacia la gloria espiritual de los soldados de Cristo.
¡A mi mujer con eso! -dijo Sancho Panza, que hasta entonces había ido callando y escuchando-, la cual no quiere sino que cada uno case con su igual, ateniéndose al refrán que dicen "cada oveja con su pareja". Lo que yo quisiera es que ese buen Basilio, que ya me le voy aficionando, se casara con esa señora Quiteria; que buen siglo hayan y buen poso, iba a decir al revés, los que estorban que se casen los que bien se quieren.
-Acaba, glotón -dijo don Quijote-; ven, iremos a ver estos desposorios, por ver lo que hace el desdeñado Basilio. -Mas que haga lo que quisiere -respondió Sancho-: no fuera él pobre y casárase con Quiteria. ¿No hay más sino tener un cuarto y querer alzarse por las nubes? A la fe, señor, yo soy de parecer que el pobre debe de contentarse con lo que hallare, y no pedir cotufas en el golfo.
Y, levantándose, abrazó al licenciado, y quedaron más amigos que de antes, y no queriendo esperar al escribano, que había ido por la espada, por parecerle que tardaría mucho; y así, determinaron seguir, por llegar temprano a la aldea de Quiteria, de donde todos eran.
Palabra del Dia
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