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Actualizado: 10 de junio de 2025


La fealdad de su rostro era tal cuando formuló esta pregunta, que doña Mónica no pudo menos de apartar los ojos con horror. Sin embargo, sabía a qué atenerse sobre su carácter y le apreciaba tanto que tenía confianza bastante para no barrerle el cuarto hasta las cuatro de la tarde y llevarle el chocolate quemado dos o tres veces por semana. ¡Buena diferencia con Freire el huésped de la sala!

Mucho más suelto y mucho más vivo que su sobrino Frasquito, con el cual se acompañaba aquí y en todas partes. No sólo se hallaban asociados en un establecimiento de harinas y salvados que tenían en la calle de Horno Quemado, sino que habitaban el mismo cuarto; y después de pasar juntos las horas de trabajo, gustaban también de pasar las que dedicaban al recreo.

Hubiera prendido fuego á la casa y se hubiera quemado viva, si hubiera estado segura de que Roussel y la joven pareja ardían también. Ningún escrúpulo, ninguna debilidad, ninguna conmiseración debía detenerla en su plan. Y su plan era, sencillamente, destruir la felicidad de dos hijos. No pensó ni un solo momento en dirigirse al corazón de Herminia y á la razón de Mauricio.

Uno de ellos ostentaba medio rostro quemado por los líquidos inflamables de los alemanes; el otro lo tenía surcado por una red de hilillos rojos que eran vestigios de cicatrices.

Colón había encontrado el resumen de toda la ciencia de su época en el tratado De imagine mundi, del cardenal Pedro de Aliaco, teólogo, matemático, cosmógrafo, astrólogo, y uno de los que asistieron al Concilio de Constanza, donde fue quemado Juan Huss. El ejemplar De imagine mundi le acompañaba en todos sus viajes. Las Casas había visto este libro, ya ajado y cubierto de anotaciones en los últimos años de Colón.

En el siglo XV, en el XVI i en el XVII no hacian mas que prender i castigar á judaizantes, segun se demuestra por las muchas relaciones de autos de fe impresas en aquellos tiempos. Pues á pesar de tanto rigor, judíos habia aun en España en el siglo XVIII. El dia 28 de Octubre de 1703 fue quemado vivo á la edad de veintiseis años Diego Lopez Duro, natural de Osuna, en la ciudad de Sevilla.

Clavaba en lo alto sus ojos mortecinos, adorando con el respeto del miedo la santa institución que había quemado a sus ascendientes. No haga usted caso de Pablo continuó al recobrar el diento, dirigiéndose a Febrer ; usted lo conoce bien: una mala cabeza, un republicano, un hombre que podía ser rico y va a llegar a viejo sin tener dos pesetas. ¿Para qué? ¿Para que me las quites?...

Echaba en cara a Febrer su origen y su orgullo, que le habían impulsado a huir sin despedirse de los amigos. «Al fin, de raza de inquisidoresSus abuelos habían quemado a los de Valls: ¡que no lo olvidase!

Con sus propias manos había quemado las mejores flores que se habían abierto, en una noche santa, en su alma mísera y estéril. ¡Pobres flores perdidas! No tenían quizá la fuerza de una idea creadora; pero eran, con todo, lo más exquisito de su alma. Entonces no existían ya, y no se abrirían ya nunca. No hay perdón, no hay remedio; tal es la ley cruel de la vida. No podía continuar solo.

No sólo en batalla campal, sino en otros ejercicios y haciendo travesuras de todo género, don Fadrique se había roto además la cabeza otra tercera vez, se había herido el pecho con unas tijeras, se había quemado una mano y se había dislocado un brazo: pero de todos estos percances salía al cabo sano y salvo, merced á su robustez y á los cuidados de la chacha Victoria, que decía, maravillada y santiguándose: ¡Ay, hijo de mi alma, para muy grandes cosas quiere reservarte el cielo, cuando vives de milagro y no mueres!

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