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Chichí bajó también maquinalmente, con el irresistible deseo de proteger á su marido. Cada sepultura guardaba varios hombres. El número de cadáveres podía contarse por los kepis ó los cascos que se pudrían y oxidaban adheridos á los brazos de la cruz. Las hormigas formaban rosario sobre las prendas militares, perforadas por agujeros de putrefacción, y que ostentaban aún la cifra del regimiento.

Luego permanecían inmóviles, filtrando el agua por las celdas y corredores de sus tejidos, protegiendo su carne suave con un erizamiento de espículas, agujas calcáreas y picantes, con las que ensartaban é inmovilizaban á los peces, sirviéndolas de alimento sus residuos en putrefacción.

El paso de cada torreón deslumbrante era acogido con un grito general: «¡Esto es carne!...» Poco después decían á coro: «¡Esto es tomate!...» Transcurridos unos minutos, afirmaban á gritos: «¡Ahora son guisantes!» y todos se asombraban de que un ser en figura de persona, aunque fuese un coloso, pudiera alimentarse con tales materias que esparcían un hedor insufrible para ellos, casi igual al que denuncia la putrefacción.

Como el tal líquido despertaba en él una demencia destructiva, mató á varios miles de los nuestros, nos causó otros daños, y tuvimos que suprimirle, encargándose nuestra Facultad de Química de disolver y volatilizar su cadáver para que tanta materia en putrefacción no envenenase la atmósfera.

El viejo, a pesar de su tacañería y sus manías, era un hombre puro y recto. Juanito pensaba ir en su busca como en otros tiempos, pues sus consejos eran como un baño de dignidad y rígida honradez, que le hacían resistir mejor la atmósfera de putrefacción moral de su casa. Cada vez se sentía más alejado de la familia.

Recordó su beso, aquel beso que espeluznaba su dorso y doblaba sus piernas, haciéndolo descender como un náufrago contento de su suerte á través de un océano de delicias... ¡Y no lo recibiría más!... ¡Y su boca, que tenía un sabor á canela, á incienso, á selva asiática poblada de voluptuosidades y asechanzas, no era en aquellos momentos mas que un orificio negro que empezaba á servir de puerta á toda la gusanería de la putrefacción!... ¡Ah, miseria!

Mientras tanto, la putrefacción se va aumentando: ya se ve pulular una grande muchedumbre de gusanos que van comiendo la carne del vientre, de la cara y de todo el cuerpo: ya se concluyó la comida: ya los gusanos mueren de hambre, dejando allí unos huesos negruzcos y descarnados, que con el tiempo se calcinarán y convertirán en polvo.

Un hedor de asfalto recalentado y boñiga en fermentación surgía del suelo de las grandes vías. Cerca de la casa del señor Vicente, en las estrechas calles de los barrios bajos, el mal olor del verano martirizaba el olfato. La plaza de la Cebada humeaba como un estercolero en putrefacción.

Es imposible respondió el Cojuelo , porque decendemos todos de la más noble y más alta Montaña de la tierra y del cielo, y aunque seamos zapatero de viejo, en siendo montañeses, todos somos hidalgos ; que muchos dellos nacen, como los escarabajos y los ratones, de la putrefacción.

Viejas paredes en ruinas, cubiertas de celedonia medio marchita, salían a derecha e izquierda de una confusión de escaramujos y de espinos: eran los restos del antiguo castillo, sobre cuyos escombros se había instalado la granja. De todo aquello se exhalaba como un soplo de muerte y de putrefacción.