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Un generoso compañero de viaje me suministró cuanto pude necesitar, sin tener ninguna garantía de mi parte, y su excelente familia me favoreció finamente y me abonó para obtener nuevo pasaporte; miéntras que, gracias al telégrafo, un estimable banquero de Madrid me hizo dar los fondos necesarios para volver á París. ¡Pero qué de diligencias y dificultades para lograr el consabido pasaporte!

Este dia continuó el viento del NNO tan recio, que ni aun pude salir de á bordo, de cuyo modo anocheció. Siguió el tiempo de la misma conformidad. Amaneció claro, y el viento al N fresquito, á cuyo tiempo embarqué en la chalupa víveres para ocho dias, y salí con ella dejando fondeado el bergantin en el expresado paraje.

No pude menos de reírme de la evidente sinceridad del cura, el cual dio un salto al oír la carcajada burlona que dejé escapar. ¿Ahora se ríe?... exclamó abriendo los ojos con intensa sorpresa. Qué hermosa es la juventud... Se llora y se ríe sin saber por qué...

No pude refrenar mi deseo de volver a mi patria. Desde Lisboa fui a Sevilla y a Cádiz. Mi antiguo confesor, el Padre García, había hecho algunos ahorros y había heredado también a un hermano suyo que se había enriquecido. Harto el Padre de rodar por el mundo, vivía retirado en el lugar de su nacimiento, no lejos de Sevilla. Le anuncié mi llegada y él vino a verme.

Sufrí a regañadientes la introducción de la cama, y no pude menos de dirigir al intruso, que se paseaba solo por el patio, algunas miradas coléricas. Me dispuse a estar con él lo más grosero posible.

No tenía a nadie; estaba mal cuidado, y para colmo de infortunio caí en manos de médicos desaprensivos. Cuando pude levantarme me fui a Valencia.

Apreté los puños de ira, y hasta hoy me asombro cómo pude dominarme para no saltar de mi escondite y arrojar por el suelo a ese impudente campesino. Hubiera sido capaz en aquel momento de dejarlo muerto en el sitio.

De todos modos, ¿no era lógico suponer que mayor peligro corría el Santa Ana, desarbolado, sin timón, y obligado a marchar a remolque de una fragata? Marcial fue puesto en el sollado, y Malespina en la cámara. Cuando le dejamos allí con los demás oficiales heridos, escuché una voz que reconocí, aunque al punto no pude darme cuenta de la persona a quien pertenecía.

Yo nada pude hacer para contrarrestar aquella hostilidad; las autoridades no me sostenían, ... y me resigné a los peligros que me traía mi independencia de carácter. No aguardé mucho tiempo.

278 Pero en ese punto mesmo sentí que por las costillas un sable me hacía cosquillas y la sangre me heló; dende ese momento yo me salí de mis casillas. 279 Di para atrás unos pasos hasta que pude hacer pie; por delante me lo eché de punta y tajos a un criollo; metió la pata en un hoyo, y yo al hoyo lo mandé.