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Actualizado: 6 de junio de 2025
Así encontró también la poesía de los trovadores una segunda patria en las cortes de Zaragoza y Barcelona, extendiéndose desde ellas su influjo á todos los demás paises de la España cristiana. Esta es, pues, ocasión oportuna de indicar algunas propiedades del arte lírico provenzal, tomando por nuestro guía al gran maestro de las lenguas y literaturas románicas .
Un día tropieza en Sainte-Beaume con dos partidas de artesanos que habían ido allí a ventilar sus disputas a grandes golpes de compás, sobre el sepulcro del maestro Yago, un provenzal que construyó la armadura del templo de Salomón, si ustedes no se enojan. Calendal se lanza en medio de la carnicería y pone paz a los compañeros sólo con hablarles...
El catalán, el provenzal y el italiano del Sur tenían más parecido con los habitantes de la costa africana y del archipiélago griego que con los connacionales que vivían á sus espaldas, tierra adentro. Esta fraternidad se había mostrado instintivamente en la guerra milenaria.
De esta historia tomó también Don Quijote la receta de su bálsamo incomparable, defendiendo el crédito que merece con las palabras siguientes: «¿Porque qué ingenio puede haber en el mundo que pueda persuadir á otro que no fué verdad lo de la infanta Floripes y Guido de Borgoña; y lo de Fierabrás con la puente de Mantible, que sucedió en tiempo de Carlomagno, que, voto á tal, que es tanta verdad como es ahora de día?» El arreglo más antiguo de la tradición de Fierabrás es la poesía provenzal, copiada de un manuscrito, y publicada por Emmanuel Becker en 1830.
Huyendo de don Pedro el Cruel, se había refugiado en Aviñón, donde vivían otros desterrados más ilustres. Allí estaban los papas arrojados de Roma por un pueblo que, en su pesadilla mediévica, soñaba con restaurar, a la voz de Rienzi, la antigua República de los Cónsules. Don Gil no era hombre para vivir en la risueña corte provenzal.
Lo que vive, sobre todo, en el poema, es la Provenza, la Provenza del mar, la Provenza de la montaña, con su historia, sus costumbres, sus tradiciones, sus paisajes, todo un pueblo candoroso y libre que ha encontrado su gran poeta antes de perecer... Y ahora, ¡tracen caminos de hierros, planten postes telegráficos, expulsen la lengua provenzal de las escuelas!
Fuera oíase el tañido de las campanas tocando a vísperas, estallaban los cohetes en la plaza, pasaban y volvían a pasar pífanos y tamboriles por las calles. Mugían los toros de Camargue, conducidos para la lidia. Acodado en el mantel, con lágrimas en los ojos, escuché la historia del pescadorcillo provenzal.
Era un magnífico provenzal, rubio, con largos cabellos de puntas rizadas y una barbita corta y primeriza que parecía formada por vedijas de metal fino desprendidas por el buril de su padre, el escultor en oro.
Victoriano Sardou nació en 1831, y sus primeros años se deslizaron bajo el bello cielo provenzal. Ya en París, sus padres quisieron dedicarle al profesorado; pero él empezó á estudiar medicina, atraído, más que por una verdadera curiosidad científica, por el aspecto trágico de las salas de disección. Bien pronto las exigencias de la vida le obligaron á abandonar los estudios.
La marina provenzal iba en ayuda de sus vecinos y el rey aragonés forzaba el puerto de Marsella, llevándose como trofeo las cadenas que cerraban su entrada. Ulises hacía gestos afirmativos. El rey navegante las había depositado en la catedral de Valencia. Su padrino el poeta se las había enseñado en una capilla gótica formando una guirnalda de hierro sobre los negros sillares.
Palabra del Dia
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