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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Ha fallecido en Filipinas el coronel a quien usted tiene por su papá, y que es tan papá de usted como mío; han muerto la mujer de Font y los tres testigos; pero por fortuna vive Andréu. Se busca en el protocolo la matriz, y se encuentra la misma sustitución o enmienda. Tomás Rufete vivió en gran intimidad con un escribiente de mi compañero... ¿Va usted atando cabos?...

Y no di juego, limitándome a alzar los hombros y a dejar escapar un gruñido galante. Luego que tuve lacrado y sellado el protocolo, lo metí a duras penas en el bolsillo y salí a refrescar la cabeza, que bien lo necesitaba. ¡Tres horas había pasado escribiendo! Cerca del oscurecer, pasando por la calle de las Sierpes, vi en la Británica a Villa, y entré a acompañarle.

Bonifacio hizo un gesto que pedía una entrevista a solas. D. Benito, cogiendo al deudor por las solapas del gabán, le llevó tras de a un gabinete contiguo, cuyas paredes estaban ocultas también por estantes, continuación del protocolo.

Media hora después, Reyes recibía trescientos duros en oro, de manos de D. Benito, en el despacho de este, sin más testigos que los libros del protocolo, que siempre habían inspirado a Bonifacio una especie de terror supersticioso. D. Benito el Mayor tenía la costumbre de coger por las orejas a sus parroquianos y clientes a poca confianza que tuviera con ellos.

En seguida sacó un protocolo, y los oidores estamparon en él sus firmas. Así vengaron los indios la muerte de Tupac-Amaru. LA GATITA DE MARI-RAMOS QUE HALAGA CON LA COLA Y ARA

La etiqueta del Océano sólo existe entre Lisboa y Río Janeiro. En los dos extremos del viaje se puede bajar al comedor con la indumentaria que uno quiera. El protocolo neptunesco no se ofende por ello.

Pero un ministro colombiano, de paso para Europa, pues ni aun en Wáshington estaba acreditado, tuvo la ocurrencia de firmar con el Gabinete americano, un protocolo, por el cual Colombia declaraba satisfacerse y preferir la garantía exclusiva de los Estados Unidos.

Además, podía poseer igualmente el estudio notarial, oficina polvorienta, de muebles vetustos y grandes armarios con puertas alambradas y cortinillas verdes, tras de las cuales dormían los volúmenes del protocolo envueltos en becerro amarillento, con iniciales y números en los lomos. Don Esteban sabía bien lo que representaba su estudio.

D. Benito estaba en pie en medio de su despacho oscuro, de techo bajo; estaba rodeado de escribientes que trabajaban en vetustos escritorios forrados de muletón verde. Los libros del protocolo, macizos y graves, de lomo pardo, estaban allí, con la solemnidad misteriosa que tal pavor supersticioso infundía en el alma romántica y nada jurisperita de Bonis. El notario se acercó a su amigo el Sr.

En el páramo de Solares, que separa el barrio de Arriba del de Abajo, pasaban lances cómicos: capas que se enrollaban en las piernas y no dejaban andar a sus dueños; enaguas almidonadas que se volvían hacia arriba con fieros estallidos; aguadores que no podían con la cuba, curiales a quienes una ráfaga arrebataba y dispersaba el protocolo, señoritos que corrían diez minutos tras de una chistera fugitiva, que, al fin, franqueando de un brinco el parapeto del muelle, desaparecía entre las agitadas olas.... Hasta los edificios tomaban parte en la batalla: aullaban los canalones, las fallebas de las ventanas temblequeaban, retemblaban los cristales de las galerías, coreando el dúo de bajos, profundo, amenazador y temeroso, entonado por los dos mares, el de la bahía y el del Varadero.

Palabra del Dia

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