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Actualizado: 7 de octubre de 2025


Así lo creyó él mismo un instante; pero esas palabras fueron pronunciadas sólo en su imaginación. El venerable padre Wilson continuó lentamente su camino, teniendo el mayor cuidado en evitar mancharse con el lodo de la calle, y sin volver siquiera la cabeza hacia el fatídico tablado.

Y siempre que tal idea surgía en su mente, presentábasele de improviso hecha carne en la niña primera de los señores de Belinchón: «Pase usted, Gonzalo; papá le espera.» «¿Se ha lastimado ustedVolvían a sonar en sus oídos aquellas palabras y el acento cariñoso con que fueron pronunciadas encendía en su corazón virgen una chispa de simpatía.

La rima y el acento: aquí, pues, los dos pilares en que se columpia suavemente el verso, aquí las dos condiciones que lo caracterizan; aquí las dos líneas pronunciadas que lo separan del verso antiguo, y la causa de que sea tan difícil hablar y pensar en verso en nuestros dias.

Arcipreste Don Martín Sanchez, está el llamado por muchos, Escuche del Molino nuevo, porque efectivamente, levantando allí algo la voz, vuelven a oírse con muchísima claridad las palabras pronunciadas, como si otra voz las repitiese en el sitio de enfrente por donde pasa la carretera de Cuenca, entre cuyos dos puntos hay una distancia bastante regular.

Fueron pronunciadas en un tonillo irónico que podía hacer creer que se trataba de una broma; pero los razonamientos eran tan verosímiles y lógicos, que destruían tal suposición. No obstante, haciendo un esfuerzo sobre mismo, solté la carcajada, exclamando: ¡Vaya unas calabazas bien fabricadas! Parecen talmente naturales.

No hablaba mucho y siempre hacíalo con lentitud. Complacíase a veces en usar expresiones enérgicas que producían un efecto muy singular dada la calma con que eran pronunciadas. No tenía más de sesenta años; sin embargo, como era víctima de frecuentes ataques de gota, su ánimo estaba algo quebrado a causa del sufrimiento físico.

Temía que aquella afirmación de la inocencia de Jacobo, que tanto le había conmovido, no tuviese otro objeto que servir á los tardíos escrúpulos de su pariente, pero las últimas palabras pronunciadas por éste parecían inspirarse en esa convicción y la pobre mujer se sintió de nuevo presa de la mayor ansiedad.

El orgullo de Clementina padeció aún más por la inocencia y sinceridad con que fueron pronunciadas. Ambos contemplaron el retrato en silencio algunos segundos. En los ojos de Raimundo temblaban dos lágrimas. La dama dijo al cabo: ¿Qué edad tenía su mamá? Cuarenta y un años. Yo tengo treinta y cinco replicó con mal disimulada satisfacción. Raimundo volvió hacia ella la vista.

Vi un fogonazo y la explosión de un disparo me detuvo. Un cazador salió de su escondite, bajó hacia la marisma y el chapotear de sus pies en el agua; otro le habló. En aquel cambio de palabras breves y pronunciadas en voz baja, pero que la noche hacía muy claras, distinguí un timbre de voz que me impresionó. ¡Andrés! grité. Hubo un momento de silencio. ¡Andrés! grité de nuevo.

Cristeta, sorprendida, le dejó concluir. Ignoraba las insidiosas frases pronunciadas por su tío el día del almuerzo para herir a don Juan, y no esperaba semejante ataque.

Palabra del Dia

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