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Actualizado: 21 de junio de 2025
El anillo está en mi dedo y la corona sobre mi frente; he aquí que poseo rasos y joyas en abundancia, y en el presente instante soy feliz. Y mi Señor me ama bien; pero la primera vez que pronunció su voto sentí estremecerse mi pecho, porque sus palabras sonaron como un toque de agonía y su voz se parecía a la de aquel que cayó durante la batalla en el fondo del valle, y que es dichoso ahora.
Pues lo que es ella, maldito si se hubiera quedado por ti, ni por mí, ni por el lucero del alba. Y nosotros, ¿qué obligación tenemos de asistirla? No parece sino que.... ¿No dices que eres amigo de Gonzalvo? pronunció Lucía clavando los ojos en su marido. Amistad, así... de sociedad; ¿qué sabes tú de esas cosas? Amistad, como hay muchas. Pues entonces, ¿por qué vivimos juntos con los Gonzalvo?
Pronunció de una manera tan fatídica estas palabras, que Montiño se aterró; aturdido, embrollado su pensamiento, llegó á creer lo que no había visto claro; esto es: que en efecto y por una terrible casualidad, hermana de las inauditas que le estaban abrumando desde que llegó á Madrid su sobrino postizo, había matado sin quererlo, sin sospecharlo siquiera, al amante de su mujer.
En cambio ella se vengaba turbando el tranquilo curso de su vida, haciéndole sufrir una dolorosa mortificación de amor propio y, lo que era más grave, inspirándole ideas cuyo alcance no podía calcular. Las últimas frases que don Juan pronunció mentalmente en aquel largo y humillante monólogo fueron estas: «Sí, ¿eh?... Pues ahora me gusta más que antes... ¡ella caerá!
El amo, que era regidor, lo propuso en concejo, y pronunció con tal motivo un bello discurso, donde expuso a la consideración del Ayuntamiento los argumentos capitales que su jaca le había insinuado.
Cuando Elías Orejón entró en casa de D. Felicísimo y pronunció esta frase con hiperbólico entusiasmo, el famoso Carnicero estuvo a punto de perder el sentido; tan grande fueron su sorpresa y júbilo.
El marqués de Ulloa, deteniéndose en el umbral y con cierta expresión solemne, pronunció: El archivo de la casa.
Pronunció don Luis estas palabras esforzánzose por aparecer tranquilo pero con tal energía que ni caballeros ni señoras se atrevieron a replicarle; y la Marquesa dio discretamente otro rumbo a la conversación. De allí a poco don Luis se despidió y al poner el pie en el estribo de su berlina, que le esperaba en la puerta, dijo al cochero: «calle del Guadarrama 92, y deprisa.»
Pronunció el Conde estas frases con tanta seriedad y energía, que Arturo no pudo escurrirse tomándolas a risa. Era necesario contestar por lo serio.
Hombre, eso es muy grave, pero muy grave afirmó Juan, poniéndose más serio que un juez . ¿Está usted seguro de lo que dice? ¡Que si estoy seguro!... Lo he visto, lo he visto. Pronunció esto con oprimido acento, como quien va a romper en llanto. Y usted, Sr. D. José de mi alma dijo Santa Cruz fingiéndose, no ya serio sino consternado , ¿qué hace que no pide una satisfacción al duque?
Palabra del Dia
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