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Actualizado: 23 de julio de 2025
El changa entró en su acuerdo con los tres señores que consigo tenia, y acordaron de inviar cierto mensajero á Viracocha Inca su padre, por el cual le inviase á decir, que mirase la deshonra que le venia y que el Cuzco nunca habia sido subjeto desde que Mango Capac lo habia poblado; que le parescia, si á él le paresciese, que debian de defender su ciudad, y que no permitiese que dél se dijese semejante cosa que hobiese desmanparado su pueblo, y despues se diese y rindiese á sus enemigos; que se viniese á su ciudad, que él le prometia, como su hijo que era, de morir delante de su persona, si él ansí volviese, y defendella, por quél tenia presupuesto de morir ántes que dél se dijese que se habia dejado subjetar siendo señor y habiendo nacido libertado.
Prometía el triunfo con la certidumbre de un gran estratega capaz de derrotar á los enemigos cuando se lo propusiese; hacía llorar á su público con una sugestión irresistible, pero él era el primero en verter lágrimas, conmovido por su propia elocuencia al describir la injusta agresión que sufría la patria. Esta vida imaginativa y elocuente duró sólo unas semanas.
La idea de que Linilla dejase de quererme me llenaba de espanto y me prometía yo serle fiel hasta más allá de la tumba. La idea de que podía yo perder a Linilla me perseguía de tal modo, y de tal modo me asediaba que hubiera yo querido volar en busca de la joven para decirle: Linilla, ¡perdóname, perdóname! ¡He faltado a mis promesas!
Y, sin embargo, no era para nada bueno para lo que iba usted a mi casa. Cuando el doctor propuso el negocio a mis padres, yo creí que iba a casarme con un mal hombre. Yo me prometía sufrirle con paciencia y abandonarle sin pesar. Pero cuando le encontré en el salón, quedé avergonzada y lamenté que un cálculo tan vil hubiese nacido en una cabeza tan noble y tan inteligente.
La justa previsión de que pudieran ocurrir en aquel renacimiento disturbios y decepciones de gran importancia, hizo que el rey designado se negara a aceptar las responsabilidades que pudieran sobrevenir, y que saliera de París una noche huyendo de su reino y de la felicidad que en él se le prometía.
Mas como todo está compensado en la vida, la amargura ocasionada por aquellas ideas del hijo tenía contrapeso y hasta recompensa en lo que prometía el nieto. Siete años acababa de cumplir Pepito y por sus tendencias dominadoras, por su carácter resuelto y su geniecillo voluntarioso indicaba que había de parecerse, no a su padre, sino a su abuelo.
El hombre, viendo que yo no iba al remate, y sabiendo que ningún vecino estaba en situación de tirarle, se las prometía muy felices. Y mandó a Lancia a un primo hermano suyo.
Aquel pariente de su cuñado prometía ayudarle, y él, con los restos de su fortuna, podía intentar en América algo fructuoso y de rápido éxito. Fernando insistía especialmente en la rapidez de su viaje. Asunto de un año, o dos cuando más; y aún así, podría ir y volver algunas veces.
De esta familia en que todos, desde un siglo hasta entonces, habían sido honorables, sólo quedaba un niño arrodillado sobre una tumba, y que prometía también ser lo que había sido su abuelo, lo que había sido su padre: trabajador y bueno.
Por aquel lado el cielo prometía despejarse, la niebla hacía palidecer las nubes altas y delgadas que empezaban a rasgarse. Sobre el horizonte, hacia el mar, se extendía una franja lechosa, uniforme y de un matiz constante.
Palabra del Dia
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